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Por Ángel Padilla
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Empeños para el 2020

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    Empeños para el 2020- (foto 1)

    Que el enemigo deje de ser tu vecino,
    que tu vecino deje de verte como enemigo.

    Porque el enemigo no sois ustedes entre ustedes.
    Que el enemigo vuelva a ser el Estado.

    Que poco a poco volvamos a descubrir nuestra fuerza.
    Y nos levantemos, como siempre ha sido.

    Como siempre ha sido cuando hemos sentido las sogas
    apretándonos los cuellos, en marzo, en mayo.

    Y levantados, levantadas, que gritemos.
    Que este silencio de espanto cese y torne el canto.

    No hay movimiento más bello, después del del río que el de un pueblo
    avanzando contra lo que lo encalla, libre y resuelto.

    Que las campanas sean abolidas. Que los edificios grandes sirvan de cobijo.
    Que el perro no siga siendo abandonado dentro de las banderas.

    Que el fuego caliente todas las manos.
    Que cese al fin ese fuego que abrasa todos los labios.

    Es el invierno, y luego tornará la primavera.
    Yo canto para que no sólo llegue con el levantamiento de las flores.

    Yo canto para que los corazones y las almas sientan el grito.
    Y lo sientan suyo, de su sangre, y salten de sus camas a salvar.

    Que una casa no sea más que un lugar de paso.
    Que la familia sea más extensa que la conocida.
    Porque los que se están quemando en los incendios provocados
    eran primos tuyos, madres, tías, hermanas.

    Que la ciudad no gane al bosque, tornemos a cuidar el campo
    para que avance de verdad, pero con nuestras manos.

    El bosque sólo no puede, lo están quemando. Esos bosques
    son nuestra verdadera casa, nuestro lecho. Que recordemos.

    Que recordemos los cielos azules de antaño, de hace eras.
    En nuestra memoria están, sumergidos, esos recuerdos.

    En que todo era tan distinto y no había más miedo
    que el algún día, por despiste, dejar de amar algo que lo merece, o dañar algo que no lo merece.

    Que tú y yo volvamos a poder cantar.
    Que aquellas y aquellos que sufren cacería y encierro, inocentes del mar.
    de entre las flores, los secuestrados de siglos, que sean libres.

    Que termine ese pocoapoquismo que todo lo asfixia.
    Todo lo esteriliza.
    Todo, en estatuarios.

    Cuando se quiere ir hacia el amor, no hay paredes, puertas, distancias.
    Para el amor dedicamos toda una vida, hasta la última gota de sudor.
    Para el amor.

    Que el amor se nos extienda del pecho, descartando de la cultura falsa que nos enseñaron
    un amor tan pequeño que cabe en una mano
    y que es excluyente, el amor no excluye, abarca.

    Que no desee nadie un coche para que lo miren.
    que si alguien es mirado, sea porque está ayudando a un pájaro en un parque
    y que acudan muchos a la ayuda del pájaro,
    porque todo acaba en un pájaro
    y empieza en un pájaro.

    Que la codicia sólo quede en algunos
    y cada vez en menos, hasta que sean éstos acorralados
    y cuando se vean sólos entiendan que no hay más riqueza que el poder andar,
    como la hierba mala entre otras hierbas se conviertan en bosque.

    Que te multipliques verdemente, Gea,
    que todas seamos partícipes de ese logro.

    No quiero llorar, nadie debe llorar más, porque unos cuantos hacen lo indebido.
    En un mundo en que todos sabemos qué es lo correcto.

    Que el verbo del monje no gane al del niño.
    Que el de la soprano no sea más aplaudido que la voz del gato.
    Que un cerdo sea considerado amigo, como lo es el perro.
    Que la vaca sea considerada al fin mujer, y marche entre las mujeres.

    Que los toros sean libres en el campo, y nadie hable de ellos más que el sol.
    Que los corderos hagan lo que quieran, y les abandone la pena del encierro,
    la tristeza infinita, angelical, terrible, de sus ojos de condenados a muerte.

    Que los humanos entiendan que no comer animales es lo cierto, lo justo.
    Que los humanos dejen de participar en un infierno que está matando la Tierra.

    Que una fuerza más grande que las fuerzas del Poder venza al Poder.
    Y que al fin se puedan repartir los alimentos entre todos.

    Que la lucha no cese, la palabra sólo invita a ésta. Para eso nace.
    Que las y los que saben alzar bien la palabra no callen nunca, y no salgan de las calles.

    Hasta que las calles vuelvan a tener hierba y amigos, y el cielo esté limpio.
    Y entre nosotras corra un caballo blanco de entre las calles al prado.

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