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Por Ángel Padilla
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Cuentos 'absurdos' para deconstruir el mundo. «Detención de la zapatilla»

    DETENCIÓN DE LA ZAPATILLA

    Iba una zapatilla andando sola por una acera (sin nadie calzándola, ascendía avanzaba y caía y subía y hacía lo mismo como si perteneciera a un humano que caminaba normalmente y del que sólo se podía observar una zapatilla). Los viandantes que se cruzaba, sin faltar a la obligación cívica pedagógica ninguno, al pasar al lado silente de la zapatilla, le decían:

    —¡Al menos diga Hola!

    La zapatilla no respondía. Seguía su marcha.

    Se fue armando un revuelo, la gente se asomaba a los balcones, algunos incluso seguían, de lejos, a la zapatilla.

    —¡¿Qué tramaría?! —se decían.

    Sólo se detuvo un instante, la zapatilla, en los márgenes de un afable y evocador descampado cubierto de arbustos medianos entre los que alzaban como en saludo al sol de la mañana firmes tallos verdes coronados por unas más que grandes margaritas amarillas y otras color azul Prusia.

    —Encima holgazán —se oyó gruñir desde una ventana a alguien, voz asexuada, como de humano muy mayor.

    —Y sin duda peligroso —apostilló otra voz, ésta de hombre joven, nasal e inquisitiva.

    Luego todo se precipitó con enorme rapidez, y eficiencia; la policía, alertada por un sinfín de llamadas que atestaron las centralitas, había localizado al fin al objeto de desasosiego y tumulto.

    Fue sencillo introducir en el vehículo policial al infractor, «no ofreció resistencia», se anotó en el atestado en un relato de hechos lo más exacto y veraz, para la mejor claridad del Juez a la hora de su veredicto. Sobre el asiento trasero nada dijo aquel calzado y en el interrogatorio en el cuartel también eligió guardar silencio y no pidió abogado.

    En el calabozo, cuando le llevaron el bocadillo preceptivo, la zapatilla ni lo tocó, permaneció sobre el camastro en el mismo lugar y posición en que fue dejada en la mañana, en silencio continuado claramente desafiante, en rebeldía.

    A la espera de Juicio rápido.

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