Consideraciones sobre «La Bella Revolución» III
3
LA PROPIA ESCLAVITUD DEL SER HUMANO
Así, como suena, después de abandonar las grutas, de construir armas más complejas, ropas con las que cubrirnos del frío descubriendo formas de tejerlas y armarlas, avanzando en la forma de mejorar nuestro estar en el mundo, con viviendas más protegidas de los elementos, es cuando se cometió, quizá, el error primordial y fatal: el humano dejó de ser, de vivir, para ponerse a pensar.
Y no hablo del pensar como actividad creativa sino como actividad obsesiva. Lo creativo expande y libera, lo obsesivo comprime y enferma.
Nació la filosofía, madre locuela de la demenciada razón. Esa ciencia que se enseña monótonamente en los centros de estudio y que, para los alumnos en general, resulta tediosa e inútil.
No es muy diferente a la impresión que deja el conocimiento y estudio de las religiones, el acercamiento a la filosofía y sus intérpretes principales. La filosofía es libre forma de pensar, dicen, mas uno puede observar que el filósofo era tan delirante, muchas veces, como el profeta. Y profeta y pensador, ¿no son más que individuos que se apartan del resto para pensar algo nuevo? (Nótese que en los primeros y medios estadios de lo que se presenta como conquista humana mental, siempre los protagonistas de las hazañas son hombres; ya se están deslapidando los nombres de mujeres excepcionales que el patriarcal sistema humana descartó en favor de figuras masculinas, ejemplo en la lucha antiesclavista negrera, Elisabeth Heyrick, quizá el más importante empuje -su vida apasionada en lucha por la libertad- para la liberación final y real de los esclavos negros en los campos de algodón americanos.)
En mitad de ellos, de todos los filósofos y demás psicóticos más o menos integrados, nació el poeta. El tercer loco. (El primer loco el profeta, el segundo el filósofo, el tercero el poeta y el cuarto el científico, aborto de todos juntos.) Los misterios del poeta son más bellos, porque nacen de una cantera no únicamente subjetiva, ni con fines utilitarios, sino destilada desde todos los rincones de la tierra y del conocimiento verdaderos. El poeta narra, nos narra. Para interpretar nuestro paso por esta tierra; considero, firmemente, que encontramos más significación y luz sobre cada cosa que pasó en cada época examinando a sus poetas, leyendo sus obras, que revisando libros de historia. No debemos olvidar, no obstante y por justicia, que el filósofo y el profeta son, en muchos casos, casi poetas, o del todo. Si las palabras de Cristo se hubieran recogido sin pensar en que el Dios al que se dirigía existía de verdad, estamos, con ciertos pasajes de la Biblia, tanto por las palabras y hechos que se le atribuyen a Cristo como por los múltiples tejedores de la prosa del libro, ante verdaderos poetas, y de peso (todas esas manos secretas que dieron toque y letanía a todo el cuento chino de la Biblia -perdón, chinos, no es que vosotros fabuléis mejor, todas las naciones humanas fabulan igual de 'bien'; uso la frase hecha porque resulta más divertida junto a la gravedad marmórea y asfixiante del TBO Biblia). Mucho de pensamiento poético tienen los filósofos, lateral por supuesto. Pero se pierden atados de cuello con la soga de la razón, y no avanzan en el laberinto del que quieren encontrar puerta, el poeta alza el vuelo y ve el laberinto desde arriba; la roca del razonamiento que ataba al suelo a las filósofas y filósofos, no la ata a la poeta y logra, por ello, volar, y volar a lo más alto.
El profeta dice cómo y quién y para qué se construyó el laberinto, el filósofo explica su naturaleza -de tantas formas que al final el laberinto pierde concepto de tal y se convierte en mil cosas más, la filosofía fue el primer sudoku inventado, cuando no había imprenta- y sus formas de entenderlo, para cruzarlo y el poeta nos dice que no existe tal laberinto, sino que aquello conforma sólo una molécula verde de un gran valle más inmenso que todos los pensamientos juntos de todos los durmientes a la vez.
Se habla de libertad, se le escriben canciones, obras de teatro, en boca de todos se nombra en los distintos idiomas de esta tierra la palabra libertad, pero ciertamente, y el humano no es consciente de ello, a la libertad se la teme. Si se la ve por la ciudad enseguida alguien le echa encima una caja de cartón y llama a los carceleros una sábana, se la apedrea. Sobre todo hay que abatir enseguida a cualquiera que hable del Sol desde esta cueva.
Tal es la esclavitud del ser humano, de tal forma la ha naturalizado y hecho orgánica, que ha desmantelado, desde su postura de estar en pie con traje de preso, todas las plumas y alas de belleza de la libertad. Es como si dijera internamente, si yo no puedo arriesgarme a salir de esta prisión, que ningún otro pueda hacerlo tampoco.
Al hilo de esto, contaré un suceso que me ocurrió hará unos tres años, con el que las redes ardieron.
Tomaré de contacto con el hecho, un artículo al que el suceso dio pie, escrito en la página Animalisme CAT. Su título: “Ángel Padilla, el poeta de los animales, ha liberado un pájaro enjaulado”. El artículo continúa mostrando el texto completo del post en que anuncié tal liberación. En síntesis, esto dije: “Mañana sábado liberaré un esclavo, la libertad del cual vale 8€!!!!! (…) Ya he liberado varias aves así. Lo liberaré en el campo.” Y realizaba una pequeña explicación respecto a que la no vida en una pequeña jaula es peor que estar muerto. Y que si tan sólo existe una mínima posibilidad de asilvestración, o al menos de subsistencia de unos pocos días, ya le valía la pena al animal. Que alguien en una jaula asfixiante quiere morir, morir o salir. Si no puede salir, morir. Y, al fin, abrir la puerta es la única opción de respuesta a sus rezos. Expuse el concepto de ética incuestionable, de que si se le preguntase a una persona de los cielos, como es el ave, si desea le sea abierta la puerta de su estático y loco claustro, sea cual sea su destino, pero que tomará contacto, no podemos aventurar cuánto tiempo, con el lugar donde debió pasar su vida; al fin, que podrá estirar las alas, andar por la tierra, sentir la hierba y el viento, ver cosas... O si prefiere quedarse en lo seguro, la parálisis del encierro en la pequeña jaula, vivo pero ¿para qué? Si hay alguien que en su sano juicio, en esta tierra, que estando en esa tesitura, imaginándose en ella, pero de verdad, de verdad de verdad, responde que diría que prefiere permanecer en la jaula para el resto de sus días, o miente o no empatiza realmente con el dolor, locura y muerte en vida del enclaustramiento.
Fui muy criticado. Sobre todo, se mencionó el daño que aquel ser que denominaron especie invasora generaría donde yo le diera libertad. Además, moriría con seguridad, decían.
Mi respuesta siempre era la misma: ¿jaula ya no es muerte?
Nadie entendía. Al menos, la mayoría decidía, por el animal, que permaneciera tras rejas en un mínimo de centímetros donde ni saltitos puede dar porque no hay suelo normal sino de reja igual a la de todo el conjunto.
Sólo unas pocas y pocos dijeron que la liberación está por encima de todo destino. Que la aberración es el encierro. Por ello en mi poemario “La Bella Revolución” concluyo entre otras cosas que quien es responsable y culpable de todo lo que ocurra con un animal esclavizado en un claustro, al ser liberado, es quien lo encarceló, no su libertador.
En su artículo, el portal Animalisme CAT explica que (refiriéndose a mí) “Desde el aprecio, yo no estuve de acuerdo con su decisión. Aprovecho este reto para profundizar alrededor de la domesticación, por un lado, y de este argumento que empieza con aquello de “lo que yo querría para mí”.
<<Cómo se hizo constar a través de varias opiniones, estos individuos juegan con las cartas marcadas por su genética. Cargan con la domesticación, la selección artificial de características deseadas por los seres humanos en función de sus necesidades, usos o gustos. En este caso, ha sido ese enfermizo deseo de enjaular el vuelo libre de los pájaros, de secuestrar su belleza y convertirla en un entretenimiento banal. Han estado generaciones y generaciones, fruto de cruces controlados de los individuos que mejor cantan o que tienen los colores más llamativos.”
Hasta ahí su introducción, el argumento perpetuo: nacieron esclavos, no conocen otra cosa. De haber enarbolado y dar como válido ese argumento cuando comenzó a contemplarse a los negros esclavizados en los campos de algodón de América, como hombres y mujeres iguales a los blancos, con alma y con derecho a ser libres, todavía estarían en la fantasmagoría de los campos y en los sucios y diminutos espacios para descansar sus músculos destruidos por el esfuerzo del trabajo de noche a noche. Pero no. Como se va perfilando en los trabajos de pensamiento que realizamos en esta obra desde su inicio, no se usan argumentos con igual vara lógica, o moral, para los animales no humanos que para los humanos.
Los negros y las negras cuando fueron declaradas libres y con destino particular, seres no propiedad de nadie más que de ellos mismos y sus deseos, el mundo al que retornaban les era desconocido por completo; muchos esclavos habían nacido en el Gulag de los campos de algodón y no sabían qué era una ciudad, el mar, ver amanecer sin cadenas en los tobillos. No sabían manejar la moneda, ni leer. En definitiva, estaban absolutamente indefensos ante el mundo que les esperaba. Pero eran humanos, y se les prestó ayuda y amparo, en la medida de la época. Y la entrada progresiva en el sentimiento de libertad se produjo. Los abolicionistas exigían la liberación inmediata de los esclavos. Y después de ingentes esfuerzos, declaraciones de manumisión en prensa y por las calles, vehementes discursos pro libertad en parlamentos, tratados contra la esclavitud y luchas encarnizadas de -finalmente y a la par de todo el proceso- los cimarrones que escaparon antes de declararse la emancipación total, en que cientos de campos de algodón fueron quemados, casas de terratenientes ardieron enteras por el fuego de la ira de siglos. Murieron miles de blancos en el proceso, pero también miles de negros. Fue una eclosión de un estadio a otro durísimo, que trajo mucho dolor, crímenes y locura, sangró América hasta no poder más. A pesar de que se logró lo que se buscó: arrancar a los inocentes esclavos de las manos de una falsa cultura que estafaba con fines mafiosos de usos y abusos. Las esclavas negras eran comúnmente violadas por los terratenientes y amos. Al pájaro de jaula se le pide que cante. Se le obliga a mantener sexo con iguales especies o sensiblemente distintas para obtener hijos a la medida del sueño de los hombres. Estamos ante un descabello tan sucio y horrendo que no sólo comprende el hecho de observar una casa toda una vida de reo desde unas rejitas, sin poder moverte, ni tremolar las alas por un cielo que nunca conocerás.
Prosigue el artículo: “En cuanto a estos pájaros, cada individuo carga también con la impronta de la relación constante con seres humanos. La comida siempre ha estado a un dispensador de la jaula, y el agua siempre ha estado al dispensador de la otra banda. No han aprendido a volar, no han aprendido a buscar la comida y el agua, no han aprendido a hacer el nido. Tenían esas capacidades adaptativas que la gente denomina instinto, pero los seres humanos nunca los permitieron que las desarrollaran. “Liberados”, tienen que encontrar la forma de sobrevivir como robinsons en una isla desierta.”
Así continúa, el censor de la apertura de las jaulas, argumentando sobre asuntos peregrinos, no seriamente. Afirma que “han perdido el instinto”. Me gustaría saber cuántas observaciones para comprobar tal afirmación, que es casi dogma en etología, sobre animales liberados. 1. Cuándo se comienza a perder -seguimos su argumento- el instinto: ¿ya a los años de claustro? ¿En la segunda generación, que ya nace confinada? ¿Acaso no hay niños que se han perdido en el bosque y, misteriosamente, han logrado sobrevivir?
El artículo concluye de esta forma: “La mejor solución para ese pájaro esclavo en una jaula reducida a su mínima expresión es una jaula tan grande como sea posible y que, como mínimo, le permita volar. Para quien tenga espacio podría ser una gran jaula integrada al entorno, un simulacro de libertad. Sería mejor alternativa que la amenaza de una probable muerte por su incapacidad para adaptarse a la libertad, para encontrar alimento y cobijo y para huir o enfrentarse de los animales depredadores, solo a cambio de unos días fuera de la jaula.
>>La plena Libertad solo puede llegar por la rotura definitiva de la cadena invisible de la domesticación.”
De acuerdo plenamente en la última aseveración, que la domesticación ha de detener sus funestos resortes de inmediato. Mas no va a ser así. Ni va a ocurrir que los billones de aves de los cielos que al gusto y alegría del egoísta humano permanecen en pequeñas jaulas, el poder comunicarnos con ellos, y además convencerlos, de que les procuren el lugar más adecuado dentro de esa cautividad. No hay tiempo ni forma posible para lograr este empeño. La educación es, hasta ahora, la respuesta a todos estos cambios para lograr mejoras en las vidas de los animales encerrados. “Mejoras”. Y la educación. Cultura que transforma al humano de varias generaciones en varias generaciones. Los cambios sustanciales en la mirada del mundo y los cambios de paradigma mentales residentes en la ética, se producen de tiempos larguísimos a tiempos larguísimos. Hacen falta billones y trillones de corazones latiendo fuerte y ojitos verdes llorando para que, el torpe humano, descubra, por empuje del pensamiento de la mayoría por contagio evolutivo, que aquello no es justo, y las jaulas pasen a verse sólo en los museos. Si los reos, insisto, deben esperar a ese milagro evolutivo humano y sus hechos subsecuentes, la Tierra tendrá 'fin' antes de ello, ese 'fin' o cambio drástico que trae, ya va cristalizando, la crisis climática y su ola de fuego. Por tanto, abramos Ya las jaulas.
Las jaulas de las mentes, ya para cuando al humano masivo le toque su hora, si es que le llega antes de la gran debacle terrestre, celeste y marina. Proclamo, la liberación de los animales en toda la Tierra traerá la liberación mental del humano en toda la tierra, irán de la mano. Y no de otra forma.
Hasta que no 'limpie' y reforme el sótano de su casa de campo, el granjero no dejará de padecer humedades en toda la vivienda. Los graneros de este condado están llenas de sangre hasta la cruz, por ese virus mortal las casas caerán pronto sobre las cabezas, ni los cánticos de la vieja Iglesia detendrán la caída estruendosa del mundo conocido.
¿Qué hacer?
Atreveos.
Bajad a los sótanos.