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Por Ángel Padilla
Yo, animal - RSS

Yo, Cielo

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    Yo, Cielo- (foto 1)

    ¿Se me condonará la pena de muerte en el último instante?
    No guardo esperanzas.
    Aunque nunca se pierden del todo pero la condena ya está dicha, irrevocable:
    - "Herido de muerte, caerá."
    Amada tierra, te torno a escribir esperando tu cálida respuesta. Sólo a ti te tengo ya. El humano no lee mi buenos días de alturas como hacía antes. Ya ni siquiera levanta la cabeza.

    Me siento solo, y perdido. Y loco, en esta prisión.

    Pero dime: ¿los pájaros que desde mi ventana, trabada de barrotes de ozono negro, los ves tú, Tierra, o también, acaso, te han apresado, andas doliente como yo, desubicada, lejana a los hijos?

    Desde tu última carta, ¿cuántos Soles han rodado, últimamente sin mirarme, por arriba de mi circular penitenciaría? Si me enviaste respuesta a vuelta de correo, déjame decirte que no me llegó. Quizá los vigilantes de la prisión interceptan tus misivas, aún tengo la última, la tengo en la mano, escrita en pétalos de gardenia con elegante letra verde de naranjo, "Amado Cielo, ten fe, aunque todo esté en tu contra -en realidad contra ambos-, no estamos verdaderamente solos, como parece...". Le he dado muchas vueltas a este punto. ¿No estamos solos? Y ¿quién se encuentra a mi lado? Quizá palpita un corazón -o varios-, muy cerca de mí, deseándome lo mejor, incluso mi restablecimiento, mi Vida al fin, y no lo noto. ¡Puede que me haya hecho viejo y ya no vea a mis amigas y amigos! ¿Dónde se encuentran? Cuando aún podía ver con mis iris añiles acercando mi rostro a la inmensa metrópoli me moría de amor contemplando cada paso y cada beso y cada vida, y cuando entre millones alguna de ellas o ellos me miraba, tumbados en la hierba y los céspedes o acaso deteniendo su paso siempre acelerado, yo ardía de amor, y sonreía, y ellos lo sentían. ¡Qué bello día! Exclamaban. Y mi paso solitario de pantalones altísimos y gigantes jeans celestes por encima de tejados y rascacielos, tenía sentido. Mi azul palabra entra y se expande en un corazón, me decía. Sigo. Y seguía.

    Dijiste también en una de tus cartas -tan tristes las últimas- que en Madrid desde cierta distancia la gente puede verme en lo alto de los edificios como vestido de luto.
    "Es la polución", dices que leíste en un periódico que el viento puso en tu mejilla ocre. Son, querida, esas honduras feas y oscuras que hacen boina en Madrid la marca de mis pasos circulares en esta celda, con mi traje gris de preso, y se siente uno desolado viendo lo alto de Madrid, del mundo ennegrecido porque presiente mi tristeza aquí, pensando en mi condena. Y el Sol...

    Te lo dije, cada vez más distante. Qué le costaría, qué, si su paso es lento pero siempre mira al frente, girar la cara y acercar un poco la vista a la mía aquí dentro, y decirme hola, cómo te encuentras, ya lo sé todo. Que se siente culpable porque él participará en mi sepelio, me dices, tierra. ¡Y no lo entiendo!

    Antes mi alimento eran los aromas tintineantes de las frescas constelaciones y todos los nutricios olores de vegetaciones y flores, la vitamina de los mares... Aquí, suben de cuando en cuando avionetas y mis verdugos me obligan a tragar píldoras plateadas -varias veces al día-, que al estómago me sientan tan mal que luego ando muriendo de dolor y pena paseando lo que queda del azul de mí, arqueando una boca triste de payaso, labios de humo blanco que se anchan y deshilachan; chemtrails, dijiste que los periódicos de los humanos llaman a ese gesto mío de dolor, de estertor, chemtrail... ¡En qué nombres más raros me estoy descomponiendo!, ¿no es cierto?

    Recuerdo cuando nuestro Sól me miraba a los ojos y no me evitaba.

    Recuerdo cuando los poetas me dedicaban canciones con sus guitarras.

    Recuerdo cuando los pueblos se pintaban y vestían de colores para danzar en mi nombre, para mí y yo en y con ellos danzaba.

    Hoy sólo soy la sombra de la sombra de mí.

    ¿De qué, a ver, has de sentirte culpable, Sol, si tú no has hecho nada?! Tú sólo traes la luz, querido. ¡Si más inocencia y pureza en un oficio no puede existir! ¡Escríbeme de nuevo con tu tinta amarilla de las llanuras que tanto añoro. ¡Aunque sólo sea para decirme que cuando ruede mi cabeza azul finalmente, harás un poema para mí, y ejecutarás venganza!

    En cuanto a ti, tierra mía, madre, hermana, hija, la otra yo en forma "física"..., cuando por tus valles ruede y se detenga lentamente mi azul testa ya inerte y me torne amarillo y luego negro, abrázame y no llores.

    Que yo fui nacido para dar alegría, como tú expandes aún los brazos verdes que te quedan para dar alegría!

    Escríbeme a vuelta de correo, te lo ruego. A ratos siento la chispa de la esperanza pero casi siempre ya guardo la cabeza agachada contra el pecho.

    Sol ha vuelto a pasar muy cerca, ¡esta vez sí ha tenido el valor de mirarme!, pero sus ojos eran tan tristes, tan tristes, tan tristes...

    Siempre tuyo,

    Sky Wind Firmamento,
    Penitenciaría Mundial Cambio Climático,
    módulo Polución Nivel Rojo, ala de las Inocentes Bellezas.

     

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