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Por Ángel Padilla
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Basta con ver a una oveja jugando para entender que usarla es indecente

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    Basta con ver a una oveja jugando para entender que usarla es indecente- (foto 1)

    El título del presente artículo proviene de una frase dicha por la bióloga y activista Rosa Más en un debate en la red donde los no veganos defendían "su libertad" de seguir comiendo animales.

    El comentario completo de Rosa Más González fue este: "La ética no es subjetiva. Subjetivas son las leyes, usos y costumbres de un grupo humano pero lo que está mal, está mal porque atenta contra derechos básicos de otros individuos con interés por vivir y por disfrutar de experiencias vitales. Basta con ver a una oveja jugando para entender que usarla es indecente."

    Algunas frases emitidas por los que todavía defienden lo indefendible: seguir comiendo animales:

    1. "Me parece que creerte más inteligente que yo por ser vegano e insultar [denomina insultar a expresar que quien sabe de los horrores de los esclavos y, aun así, se los come, es cruel], habla mucho de tu cerebro. Resulta que los que vais de guays, de liberales, de progres, sois los más prohibiccionistas y dictadores."

    2. "No me gustan los movimientos sectarios que consideran que su línea de pensamiento y acción les pone por encima de las personas que no piensan ni obran como ellos. Las dictaduras empiezan así, con esa especie de supremacía moral y ética."

    (Gracioso, quienes usan y abusan de otras vidas para una alimentación enfermante en lo individual, egoísta en el reparto de cultivos respecto a las otras naciones de la tierra, y culpable, ese holocausto y su insalubridad inherente, de buena parte de las emisiones de CO2 que han destruido la capa de ozono y nos han colocado en una gravísima emergencia climática, éstos, hablan de dictadura a quienes les pedimos que detengan su reprosora -sin oxígeno alguno de vida, sin posibilidad de "juicio" para los inocentes asesinados- Muerte en Masa.)

    El siguiente comentario real de un usuario de red, defendiendo su "libertad" de ser represor consciente, merece un premio al conformista del año, o del siglo:

    3. "Yo, como buen humano, soy un animal social y me gusta ir en rebaño. En particular, me gusta el rebaño de los científicos, porque encuentran pastos más verdes y menos peligrosos. Pero respeto la libertad de las ovejas que prefieren ir por su cuenta a riesgo de caer por el precipicio. Siempre que no hagan proselitismo para que otras las sigan, claro."

    Ante esta negación de la realidad, más grave aún, de la realidad moral, me pregunto: ¿ante qué estamos realmente?

    Queda claro que ante un fenómeno no nuevo, sí natural: aferrarse a lo conocido, sobre todo en épocas difíciles.

    Pero lo que no debemos consentir es que por el egoísmo de los más, por la comodidad de los más, gane la muerte en masa, el horror que todo lo devora.

    Lo inmensamente preocupante es que la alegoría que representaría este dislate global de mentes cobardes y egoístas, que no avanzan hacia una solución real generada por todos, y no esperada su consecución -que nunca será, así- "por otros", es la siguiente: una inmensa casa, de varios pisos, en llamas habitada por varias familias, donde casi todos se niegan a salir porque jamás salieron y creen que el sol los destruiría, porque les enseñaron -cultura, siempre una estafa epocal- que afuera el sol quema al instante al que se atreva a recorrer el prado y no la casa, pues la casa es la vida y el mundo. Unos pocos claman porque se pongan en marcha los de dentro para ayudarles a intentar apagar la casa, pues los fuegos crecientes acabarán con la casa, con sus habitantes locos en su interior sin otro mundo conocido y renuentes a salir, y el fuego de esa casa se trasladará al bosque de fuera, y ese fuego de no apagarlo hará arder el universo.

    La casa se puede apagar con cubos del agua de un río muy cercano, entre todos. Pero los habitantes se niegan a creer que exista tal río, y van subiendo los pisos, conforme avanza el fuego. Creen que en algún momento el fuego se extinguirá, así, por la ayuda del exterior, "los de arriba", que son quienes solucionan los problemas de "las casas", pero nadie llega, y los habitantes ya están en el último piso y las llamas como dragones furiosos ascienden la escalera hasta sus pies y sus manos.

    Curioso el apelativo de "los de arriba" para nombrar a sus gobernantes, elegidos conscientemente (qué aberración). Los de arriba en el folclore eran y son para muchos aún, los ángeles, los dioses, hoy son los políticos. Estamos, no hay duda, ante un pensamiento mágico, sectario, paralizador.

    Nosotros vemos el río y la finca en llamas.

    Siempre el viejo mito, tan vigente, de la cueva de Platón.

    La humanidad es un mamotreto en movimiento lento que evoluciona, sí, pero tan onerosamente...

    Pero, aclaremos, los progresos morales se cristalizan. Aunque sigan latentes, de raíz, en verdad sí vemos al pasar los tiempos condenas a hechos que siglos atrás eran aceptados con normalidad.

    Llegar al territorio fronterizo entre animales humanos y no humanos, ahí quieren, estos suicidas, que la evolución, el avance moral pliegue las velas de sus barcos. Llegamos ya a tierra, dicen, y no, la aventura marina de la moral no se ha de detener jamás.

    ¿Por qué es tan importante no comer animales?

    Primero, obvio, por las vidas que segamos. Por cada vegano dejan de esclavizarse entre 500 y 600 individuos que querían vivir, que sus vidas eran suyas.

    Sumemos si la cifra aumentase considerablemente, de tornarse masivamente la población al veganismo. Sobre todo teniendo en cuenta la relación estrecha e irrefutable entre la explotación animal y la emergencia climática.

    Las últimas pandemias importantes incluida esta insufrible del covid19, provienen del trasiego, movimiento, muerte y explotación de los animales, siempre.

    De dejarlos en paz, de tornarnos respetuosos con el medio ambiente, no estaríamos todos jodidos.

    Tan sencillo.

    Esto no es una opinión, la misma OMS de una u otra forma en sus últimos comunicados ha certificado la mórbida relación entre el consumo de animales y el daño a la capa de ozono. Y llama a detenernos en esto.

    "Las dictaduras carecen de valores. Hacer lo correcto es de obligado cumplimiento.", respondió la escritora vegana Paloma al de antes, que hablaba de dictadura al pedir nosotros respeto por las demás vidas, por nuestro planeta, de una vez, por fin una dignidad real. Que la que hay no lo es porque sólo se ajusta entre humanos. ¡Y ni eso porque comer animales es matar de hambre a los países pobres! (Donde comen 20 veganos, en cuestión de terreno cultivable, come 1 sólo no vegano.)

    "El veganismo no tiene nada que ver con satisfacciones propias sino con respetar a los demás. Si una opción es ética, su contraria no puede serlo." dice Rosa Más.

    Alguien que está a medio camino entre dos ideas dice: "Toda acción que se haga por respetar las vidas, ser menos cruel, evitar el sufrimiento y contribuir a la felicidad es excelente! Es bueno desarrollar la empatía. Poco a poco."

    Ante ese "poco a poco" de los grises, contesta Paloma: "No hay que ser menos cruel. No hay que ser cruel y punto."

    "Veis el mundo bajo el prisma que os conviene", les dice, a los que dicen ser omnívoros (que exigen respeto para "su elección", elección entonces también sería violar, o la pederastia) la vegana Aurora Marcos.

    Me temo, ante la cerrilidad cada vez mayor de los actores en la cosecución definitiva de un totum infernal completo y redondo, que las herramientas que antes creíamos de gran impacto para ayudar a la evolución social, siguen siendo necesarias, proseguir usándolas, pero urge en paralelo una acción mayor y de más ráuda eficiencia. La tierra, los esclavos animales, no pueden esperar a que tanto egoísmo colectivo, tanta ignorancia quiste, avance o cambie. Debemos articular ofensivas grandes y rápidas. Ya no estamos ante gente que no sabe lo que hay y hemos de educarla.

    Estamos ante los enemigos. De los animales, de nosotros y de todo. Terroristas arriba y terroristas abajo, todos con las manitas muy rojas.

    Los animales no pueden ejercer su legítima defensa propia. Debemos accionarla, ya, nosotros.

    Que sean las palabras que cierran el artículo de Rosa Más, "Covid-19, desde lo profundo del bosque", las que cierren también el presente:

    "Es necesaria una revisión de la relación que mantenemos con los demás animales y reconocer la consideración que merecen por derecho propio más allá de nuestro interés. Tenemos que cambiar competición y supremacía por solidaridad y apoyo mutuo y tomar ejemplo del comportamiento de los individuos de otras especies en la naturaleza; ellos no hacen más que demostrarnos que son nuestros aliados y compañeros de viaje en este pequeño planeta que queremos que siga siendo azul."

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