Los comercios de naranjas

En una conversación espontánea él me contó que había trabajado en varios almacenes de naranjas como conductor de carretillas elevadoras, las que se conocen como Fenwich o toritos.

Me dio datos escalofriantes. Le dije que debía denunciarlo y de inmediato me soltó “para qué si todo está corrupto” “Además  -añadió-  seguro que si lo denuncio va seguir todo igual y ya no me dará trabajo ninguno de los almacenes de naranjas que es donde yo me gano la vida.”

En vano intenté convencerle de que las denuncias de corruptelas o irregularidades sí sirven para algo, al menos en algunos casos.

Después de haber hablado con él y de haberme contado lo que me contó, me propuse escribir un artículo. Para documentarme, cuando volví a verle más de un mes después, le pedí que me dijera con pelos y señales todo lo que él sabe y me contó anteriormente sin que yo tomara notas en mi bloc.

Para mi asombro, cuando le conté lo que iba a hacer, ni siquiera quiso leer el encabezamiento del artículo que yo había empezado  redactar y rechazó de plano mi propuesta: “No quiero saber nada. Está todo corrompido. No quiero saber nada. No quiero problemas”.  Insistí  y trate de explicarle que sí sirve y que dar a conocer públicamente hechos denunciables, a veces, no es en vano. Le dije que guardaría para mí la fuente de información. Su incredulidad y sobre todo el miedo que le atenazaba me hizo desistir, aunque no voy a dejar de escribir lo que recuerdo me contó en un momento de sinceridad.

El primer párrafo del artículo que quise enseñarle empezaba así: “El y yo no nos conocemos. Me acaba de abordar para contarme su historia. Me dice que se jubiló no hace mucho. Él ha trabajado durante toda su vida como maquinista en diferentes almacenes de naranja de nuestras comarcas. Los denominaremos almacén A, almacén B y  almacén C. Él tiene un concepto muy claro de lo que está bien y lo que está mal. Ante mi sorpresa se puso a contarme lo que solo él y otros de sus compañeros han visto  que sucede y nunca se ha atrevido a denunciar. Sus compañeros tampoco se atreven a hacerlo porque, me dice: “si les denuncian ya no van a contratarlos más y no tienen otros ingresos que lo que ganan cada año en el almacén”. Aun así, ya jubilado, mi  desconocido no quiere darme su nombre. Le llamaremos X.”

No obstante a falta de una información más exhaustiva y de datos más precisos voy a exponer lo que recuerdo de lo que “X” me dijo aquel día:

Me dijo que había estado trabajando en tres almacenes de naranjas de la comarca cuyos nombres sí recuerdo pero que no puedo citar porque sería una acusación sin pruebas. Me dijo que ha trabajado como fijo discontinuo durante los meses de Noviembre hasta que termina la temporada. A partir de ahí tiene 6 meses de paro. Con todo lo que gana le da para llevar una vida sencilla que él acepta con resignación: “que le vamos a hacer. No hay otra cosa mejor y aun tengo que dar las gracias”.

Me dijo que las irregularidades que vive y ha vivido no se centran solo en el almacén C el que trabajó recientemente. Vio lo mismo o algo parecido en los almacenes A y B.

Me contó -para mi asombro- que las inspecciones de la Consejería de Sanidad son corruptas porque a los almacenes les avisan con diez días de antelación, tiempo más que suficiente para que haga una limpieza como se hace en los cuarteles ante la visita de un general, solo que aquí Sanidad sale engañada porque ha visto lo que le han  mostrado en un escaparate previamente manipulado. Es evidente que no tiene sentido que desde Sanidad se avise de que se va a producir una inspección, un privilegio que tienen los grandes de este sector naranjero y que no tiene un pequeño bar. Me pregunto por qué.

En la inspección se muestra la existencia de una maquinaria especial para tratar en ella las naranjas que se venden como ecológicas. La máquina está ahí en una línea especial pero solo para que constaten los inspectores de que existe.

Las naranjas realmente procedentes de fincas ecológicas tienen -me dijo- escaso control, puedo asegurar que se hacen trampas.

Me dijo que la aplicación de cera se hace con fungicidas no autorizados. Hay autorizados tres: Tecto, imazalil y Ortofenil.

Me dijo que en la limpieza de cámaras no debe utilizarse formol porque provoca la irritación de las mucosas de los encargados de la limpieza y también al resto del personal del almacén.

Me dijo que las máquinas de pre secado y secado disponen de quemadores de gasoil que suelen verter humos tóxicos al ambiente.

La depuración de aguas residuales es otro de los problemas mal resueltos.

Lamentablemente no puedo ser más explicito, pero tengo claro que los que mueven los hilos en la fruta y que dictan sus reglas con ventaja sobre los miles de pequeños agricultores  a los que les pagan unos precios de miseria. Quienes obtienen grandes beneficios y mantienen a los pequeños propietarios en la inanición deberían, al menos, respetar las normativas.

La necesidad de obtener unos ingresos y la inexistencia de una ley que apoye a los denunciantes convierten a los trabajadores  del sector agrario y de todos los sectores en pusilánimes, necesitados de ganar lo que sea y temerosos de que no les lleguen las migajas que caen de la mesa del banquete de sus mandamases. No es nada nuevo. Y es algo que está sin control después de las últimas reformas laborales. También es cierto que históricamente los cambios, por pequeños que fueren, nunca han venido de la mano de pusilánimes que se han dejado arrastrar por el miedo.

HUBO UN TIEMPO en el que los judíos fueron desposeídos de sus enseres, llevados a campos de concentración y gaseados hasta morir. Hoy los descendientes de aquellos que perdieron sus vidas apuntan y disparan a matar con sus sofisticadas armas a niños como Mohamed Ayud muerto de un balazo a sus 14 años, simplemente por protestar defendiendo su justa causa.

Quienes sufrieron persecución y fueron expulsados pretenden también ahora expulsar a 40.000 inmigrantes  que hay en Israel procedentes de Eritrea y Sudán.

DECÍAN que no había dinero para subir las pensiones y está a punto de producirse un milagro por obra y gracia de un gobierno tan despreciable como el Vasco  con el que no había que negociar.

CIFUENTES SE FUE. Estaba cantado. Para el sonrojo de quienes, como ella no saben lo que es la vergüenza, ahí quedan  aplausos fervorosos y  apoyos inquebrantables. Ahí queda una ladrona que decía luchar contra la corrupción y tenía policía a sus órdenes para perseguir también a los ladrones. Que había robado, al menos una vez, lo sabían la policía y su equipo… y todos callaron y le fueron dando más y más poder.

Una oveja negra más que se une a las que todos conocemos y a las nuevas: Gallardón y Pedro Agramunt.