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Por J. P. Enrique
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El bueno de Noé

    Dios creador bueno y todopoderoso, ofendido, decidió castigar a todos los seres humanos provocando un enorme diluvio universal que acabara con todos ellos. Pensó que el castigo no debía afectar al resto de las especies creadas y decidió salvarlas. Para lograr su propósito se valió del  patriarca de una familia muy buena. Se llamaba Noé. A él se dirigió para  anunciarle su propósito ordenándole que construyera una gran barca y que en ella se metieran él y su familia con todas las especias que pueblan la tierra.

    El pobre Noé recibió el encargo sin rechistar, aunque, antes de arrodillarse y pedir perdón, tuvo un mal pensamiento y se preguntó  ¿cómo voy a hacer eso, sin planos, sin un ingeniero, sin mano de obra abundante, sin medios de transporte y con herramientas rudimentarias?

    El trabajo era arduo y muy complicado: debía construir una gran arca; una barca muy, muy grande, y en ella introducir a todos los animales de la tierra por parejas (fértiles y en edad de procrearse) para que, tras el diluvio, volvieran a reproducirse. ¿Cómo puede alguien obligarme a hacer eso? Se preguntó Noé  pero, viniendo de quien venía el encargo no pudo negarse y obedeció resignado y sumiso.

    Taló muchos, muchos árboles, se  puso manos a la obra. Tenía una fecha para finalizar su trabajo: la llegada de grandes lluvias estaba cerca. No había tiempo que perder.

    No consta en los documentos el tiempo que le llevó construir la barcaza. Tampoco las dimensiones que debía dar a aquel armatoste flotante. Lo cierto es que finalmente la terminó, pero su trabajo no acababa ahí. Le esperaba una segunda tarea nada fácil: recoger parejas de animales de todas las especies que hay en el mundo y meterlas en su barca.

     Noé tuvo que montar un operativo muy complejo para ir  recogiendo especies y más especies y así salvarlas del diluvio universal. Un operativo que deja pequeño y ridículo el que tiene Amazón ahora mismo para mandar paquetes a cualquier rincón del planeta.

    Con el plan diseñado, el bueno de Noé marchó a los países nórdicos y de allí se trajo una pareja de  osos polares, otra de focas,… Desde Ushuaia se trajo elefantes marinos, focas, cóndors,…  Fue a África y allí cargó elefantes, jirafas, gacelas, rinocerontes, leones, panteras,…  En Oceanía recogió canguros, koalas, ornitorrincos,... Vino a Europa y de España se llevó consigo un buey y una vaca, así como linces y cabras montesas. En su periplo por América desde el polo sur se llevó mariposas, papagayos,… (En este punto he de dejar dicho que deben corregirse los escritos que hablan de que fue Colón el que descubrió en 1492 las tierras americanas.  No fie Colón, fue Noé). De Asía se trajo tigres de Bengala, reptiles,…

    Fue, como puede comprobarse, fue un trabajo muy difícil, tras el cual debió ser muy complicado  imponer su autoridad para hacerse respetar entre tantas bestias. Queda por saber cómo se las ingenió para que los animales no se comieran unos a  otros   durante los 40 días y 40 noches que duró la travesía. También resulta muy complicado saber con qué alimentó a los leones y evitó que se comieran a las gacelas. Que sucedería al juntar las  serpientes y los ratones;  los buitres y los conejos, etc. Ya que de haberse alimentado con su alimento natural habrían desaparecido muchas especies del planeta antes de lo previsto.

    Es evidente que el gran diluvio no debió afectar a las aves que debieron volar mientras llovía a cantaros sin parar ni un solo minuto, acudiendo solo a dormir a la embarcación, pero ¿cómo lograría que  las aves rapaces comieran conejos si esos animales debieron ahogarse todos excepto la pareja que cazó Noé para meterla en su barca? A la ciencia le queda mucho trabajo de investigación.

    Seguro que también lo pasaron mal jilgueros y multitud de aves porque con la tierra inundada les debió resultar complicado picotear frutas, gusanos y granos. Debieron ser días de una gran hambruna para todos ellos que solo pudo salvar la misericordia divina.

    Noé tuvo suerte en no tener que salvar a todas las especies  acuáticas ya que estaban cómodas en su hábitat y nuestro protagonista se evitó tener que construir piscinas enormes en cubierta para albergar parejas de  ballenas, delfines, tiburones, etc.

    Finalizado el diluvio y con la enorme barcaza en suelo firme tampoco debió ser fácil para el bueno de Noé  volver ubicar a cada especie en su entorno. Los osos debía trasladarlos otra vez al polo norte, los elefantes a la India, los elefantes marinos a las cercanías del polo sur,… Una tarea que vista hoy, con la tecnología de la que disponemos y los medios de transporte que de nuestros días, no debió ser nada, nada fácil.

    Está claro que no hay nada imposible cuando las órdenes las dicta un Dios todopoderoso que suele irritarse cuando se le desobedece y  dictar castigos eternos a infractores y a sus sucesivas generaciones. Un dios que fue bueno con Noé porque era una persona que debía salvar para iniciar un nuevo “creced y multiplicaros” que había fracasado con la creación de Adán Eva, nuestros primeros padres.

    A la Historia le queda por averiguar si entre tantas parejas había algunas homosexuales o infértiles, pero seguro que el Dios bueno y todopoderoso ayudó al obediente Noé para elegir bien y que eso no sucediera.

    Finalizada la tarea divina Noé, agotado,  pensó por un instante si Dios no había abusado de él obligándole a hacer  un trabajo tan duro y si no podría haber  iniciado de nuevo la creación sin obligarle a hacer a él una tarea que no era de su competencia, pero apartó enseguida ese pensamiento de su mente porque los designios de Dios son inescrutables.

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