La necesidadad de cambios en Europa
La conocida eurozona tiene como es sabido muchos problemas y tiene también grandes misterios, que no se explican.
Uno de esos “misterios”, es por qué se tarda tanto tiempo a aceptar lo evidente. El gran filosofo Descartes estableció, en primer término, la evidencia como criterio de verdad. Y nos dijo que no debemos aceptar como verdadera cosa alguna, si no sabemos con evidencia que lo es.
El filósofo nos advirtió para evitar dos vicios fundamentales en la búsqueda de la verdad: Tomar por verdadero lo que no lo es, y negarse a aceptar la verdad de lo que es evidente.
El gran problema o el misterio, es la tardanza para reconocer la evidencia que es criterio de verdad.
Porque, si para cualquier persona como yo, que no tengo carrera de economista ni de analista financiero, estaba cantado que la deuda griega es impagable en las condiciones económicas y financieras actuales del país, y que lo va a seguir siendo durante tanto tiempo como dure el hundimiento de la economía helena. Con más del 25% de desempleo, con recesión, y una caída de casi el 30% del PIB durante la crisis.
Igualmente claro estaba, que las condiciones impuestas en el rescate a Grecia eran inasumibles en la práctica, es decir, si se pretende que tengan alguna posibilidad de cumplirse. A pesar de lo cual, se han mantenido como si el futuro de la especie humana dependiera de ellas.
Como es el caso griego, igual que en casi todos, hay que aplicar el principio “Nada sin causa”, la pertinacia sólo podría llegar a explicarse si se acepta la hipótesis de que para Alemania ,Bruselas, el BCE y el FMI, los actores implicados en el desbarajuste griego, tienen más importancia los gestos de aceptación – algunos les llaman de sumisión – de Grecia y el principio político de subordinación sin fisuras a las condiciones del eje Bruselas- Berlín-Frankfurt, que la dialéctica posible – imposible.
Ha bastado que Tsipras y el Parlamento griego aprobaran las condiciones de ajuste, para que los poderes reales del euro hayan virado lentamente hacia posiciones de “mayor comprensión a Grecia”.
Sin embargo hay que reconocer, que agitada por diversas crisis, hacía tiempo que no se veía a Europa tan débil y dividida.
La crisis que empezó en EE.UU., no tardó en convertirse en una crisis existencial para el euro y para la integración europea en su conjunto. Durante un largo periodo se negó la verdadera naturaleza de la crisis, se achacó a la laxitud fiscal, y a continuación en nombre de la austeridad se aplicó una combinación errónea, de políticas que agravaron y han prolongado la recesión.
Está visto que hasta que las fuerzas reformistas y progresistas de los países que hoy constituyen la Unión Europea no ocupen la mayoría de las instituciones de Gobierno y parlamentarias, no se podrá llevar a cabo las transformaciones estructurales y del sistema de funcionamiento de la U.E.
De eso se trata en este caso, de acertar en como volver a encerrar en la botella al genio de las finanzas para evitar otra gran crisis en un futuro no tan lejano.
En algunas políticas necesitaremos más integración, en otras, menos, y seguramente habrá que establecer más diferencias entre los miembros.
El debate –creo yo- que debería centrarse en qué clase de Europa queremos, no en si favorecemos una mayor ó menor integración, que es un debate ya viejo. También habría que echarle más imaginación al asunto, porque algunas de las premisas en las que durante décadas se ha asentado la integración europea han cambiado, así que hay que adaptarse.
Y ante esa tarea y con esos objetivos, se hace necesario el giro fundamental de la socialdemocracia europea, para la elaboración y defensa de un proyecto opuesto al de los intereses de los grandes capitales que hoy deciden las políticas en aras de sus intereses a través de partidos como el PP en España.
El proyecto europeo no debe malograrse, - en mi opinión – es demasiado importante, y no solo para los europeos. Pero su destino lo determinara en gran medida la evolución interna de cada país europeo, seguramente más en unos que en otros. En lugar de denunciar sin más – aunque haya que hacerlo – a los nacionalistas xenófobos, sería mucho más constructivo comenzar a afrontar las causas del descontento popular, tanto en cada país como en Europa.
La salida de la UE y del euro que pretenden fuerzas en nuestro país como Podemos e IU, inspirados en las ocurrencias de Julio Anguita, son un garrafal planteamiento que de realizarse crearía a los españoles, muchos y graves problemas.
Estos planteamientos son un grave error y evidencian la cobardía política de los Anguita-Podemos-Garzón, anclados en el pasado, y que solo tiene por objetivo acabar con el PSOE. Triste objetivo, porque los males vienen de la derecha a la que objetivamente están sirviendo.