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Por María José Navarro
Picos Pardos - RSS

El verano y sus tradiciones

    Con el verano llegan las vacaciones, la playa, la piscina, el apartamento, el camping, la barbacoa, el chiringuito, los pescaditos fritos, las cervecitas, las fiestas tradicionales de los pueblos, las verbenas, las ferias, la canción del verano, también las picaduras de mosquitos o de medusas, las quemaduras del sol, los incendios, los accidentes de tráfico, los ahogamientos, los heridos por asta de toro, los centros de salud cerrados por las tardes, es decir, todo aquello por lo que, tradicionalmente, conocemos el verano.

    Con sus cosas positivas y sus cosas negativas, con su cara más dulce y su cara más amarga, sus índices de ocupación hotelera y el de fallecidos.

    Esta última parte es la que nos devuelve a una realidad que nos enseña que la vida es tan frágil, que en cualquier momento se pueden romper las esperanzas de muchas familias.

    Siempre, cuando llegan estas fechas, esperamos que las estadísticas no superen a las de años anteriores, deseamos que nunca tengamos que oír una mala noticia más allá de los informativos.

    Nos gusta saber que se imponen medidas y se hacen campañas desde la Dirección General de Tráfico, año tras año, para que disminuyan las cifras que nuestra propia confianza hace aumentar, porque cuando perdemos el miedo o la conciencia del peligro ante el volante, nos exponemos a que nuestras ilusiones se terminen para siempre.

    Hace algunos años nos costaba entender que nos quisieran obligar a llevar cinturón en el coche o casco en la moto...cuando lo tradicional era no llevarlo...era la época en la que los albañiles llevaban un pañuelo atado en la cabeza en vez del casco que les protegiese, pero hemos sido capaces de cambiar algunas tradiciones por el bien de nuestra seguridad.

    También nos gusta sentirnos seguros cuando vamos a la playa. Nos untamos de bronceador y nos sabemos observados por los socorristas, que, en un momento dado, nos ayudarán con la picadura dolorosa de una medusa o, si la cosa es más grave, activaran las medidas de emergencia que sean necesarias, aunque tal vez nos toque estar en los pasillos de un hospital, por que esto de la falta de camas también ya es otra tradición y no solo en verano…

    Sin embargo, con la llegada de las fechas estivales, varios cientos de pueblos de nuestra geografía celebran las tradicionales fiestas sacando los toros a las calles, y especialmente los más jóvenes en un alarde de valentía, hombría, o de inconsciencia de quien no es aficionado, se ponen delante de un animal como si de una gallina se tratase y en muchos casos, con la terrible fatalidad que es el toro quien gana la batalla en tan terrible encuentro, donde el espontáneo poco o nada tenía que hacer y, menos aún, cuando ya había demostrado en el bar ser el más “machote” de los presentes.

    No seré quien pida retirar las fiestas tradicionales, ni quien critique algunas fiestas taurinas por poco que me gusten, pero sí quien defienda que lo racional y lo tradicional no tiene por qué estar reñido, para que sobre todo lo demás, la seguridad de las personas esté garantizada.

    Para que nunca se le tenga que explicar a una madre que su hijo ha fallecido porque la fiesta tradicional lo ha matado y no se ha hecho nada por evitarlo.

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