¿¿SUSTO O MUERTE??
Este es el relato verídico de un “susto” sanitario que podía haber acabado muy mal. Me lo ha contado la persona que lo sufrió y la verdad es que da miedo. Según su médico de cabecera, una vez leído el informe hospitalario, ha estado muy cerquita de no contarlo.
No quiero hablar de recortes en Sanidad, ni de listas de espera, ni de patinazo médico, ni de protocolos de actuación con los mínimos recursos, ni de estrategia para desprestigiar la sanidad pública… Solo lo cuento para que quede constancia de lo ocurrido, por si a alguien le interesa y para que cada cual saque sus conclusiones…
A mi amiga le diagnosticaron una piedra en el riñón hace dos años y después de varios cólicos, la sometieron a una litotricia, que no causó el efecto deseado, por lo que la pusieron en lista de espera para operarla con carácter de urgencia.
Se le dijo que la llamarían en breve, incluso le hicieron las pruebas de anestesia, pero como no fue así, ella estuvo intentando ponerse en contacto con el urólogo que la trataba, aunque sin éxito.
Una noche de sábado del pasado mes de julio, estando sola en casa, se sintió muy mal y llamó al 112, esperando que la atendieran, pero como no tenía fiebre (por lo que me cuenta, sus procesos infecciosos no cursan con fiebre) le dijeron que no podían enviarle una ambulancia, que ella podía ir por sus medios a urgencias.
Llamó a un taxi, pues no dejaba de vomitar y no estaba para coger su propio coche, pero en vista de que el taxi no llegaba se bajó a la calle, teniendo la suerte de que pasara una patrulla de la policía local por allí, que la recogió y la llevó al hospital, a la puerta del cual sufrió un desvanecimiento.
Entró en urgencias a las 3 de la mañana y empezaron a ponerle goteros con la medicación oportuna para un cólico nefrítico, pero a las 9 de la mañana ya le querían dar el alta, a pesar de que ella decía que no se encontraba bien.
Finalmente, la persona que la estaba atendiendo consiente en ponerle otro gotero y a las tres de la tarde le dicen que ya no pueden hacer nada más y la envían a su casa. Coge un taxi y directamente se va a una farmacia a comprar los medicamentos recetados y vuelve a casa con la esperanza de que desaparezca el dolor que la atormenta.
Al día siguiente, después de una mala noche, se acerca al centro de salud para hablar con su médico de cabecera, que solo viéndole la cara pide una ambulancia y la vuelve a enviar a urgencias, donde empieza a vomitar sangre, por lo que deciden operarla de inmediato.
Después de alguna que otra peripecia en su estancia hospitalaria, con un trato degradante, con problemas con los goteros, sin aire acondicionado, sin papel higiénico y con el servicio de limpieza bajo mínimos, se da cuenta que la pulsera identificativa que lleva puesta no es la suya, sino la de un hombre. Se lo toma con humor, pensando si no la habrán operado a ella de próstata y al dueño de su pulsera le habrán extirpado una piedra inexistente…
En fin, a los tres días de la operación le quieren dar el alta, sin hacerle ninguna prueba diagnóstica para ver si ha remitido la infección en el riñón, y ella sigue diciendo que se encuentra mal y que no se quiere ir a casa, pero aun y así insisten en que tiene que irse, aunque mientras espera los papeles del alta, se pone a vomitar otra vez y pasa de estar esperando el alta a ser operada dos veces en tres horas, para recolocarle un catéter que le habían puesto en la primera operación y sacarle el pus del riñón… que sigue albergando la puñetera piedra.
Por cierto, que como efecto secundario de esas operaciones le queda una incontinencia urinaria, que el médico le ha dicho que le remitirá con el tiempo, y que total “el caso es estar viva, que eso de mearse no tiene importancia…”
Asustada aún porque tiene miedo de que el catéter vuelva a desplazarse y la piedra le provoque otra infección e indignada por lo que ha visto y sufrido en el hospital, me cuenta que solo espera que sea cierto lo que le dijeron al darle el alta y el día 1 de septiembre puedan hacerle la litotricia y el 10, definitivamente, le quiten esa piedra en el riñón que tantos quebraderos de cabeza le está dando.
Le pregunto si no piensa poner ninguna reclamación y me dice aquello de “¿Y para qué?” que tanto usamos por aquí… Y yo le contesto que “Así nos va…”
Sí, así nos va. Con los papeles de las altas empapelaba yo el juzgado de denuncias. Recuerdo hace años, la hermana de una amiga que vivía en Ceuta, fue a dar a luz y al bebé lo sacaron con fórceps, se les cayó al suelo y a los pocos días falleció. A ella le dejaron placenta dentro y derivado de ello la tuvieron que operar y quitar el útero. Como no se encontraba mejor, la llevaban una y otra vez a urgencias, total, que se habían dejado algún instrumento quirúrgico dentro y la infección le afectó los riñones y perdió uno de ellos. Así que se encontró sin bebé, sin riñón y sin posibilidades de volver a ser madre, y tenía 23 años... y cuando le dije que denunciase, también dijo "para qué? con la suerte que hemos tenido de que mi hermana siga viva!" Así, las denuncias que nunca llegan a los juzgados no cuentan en las estadísticas ni promueven cambios. Todo seguirá igual mientras no lo cambiemos.