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Por María José Navarro
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El ogro de la Navidad

    Como cada año cuando llegamos a estas alturas de diciembre ya llevamos bastante tiempo soportando anuncios lacrimógenos de turrones, de lotería, de ofertas, de juguetes (sexistas en muuuuuchos casos), de familias que se juntan, de regalos, de alegría y bondad… Y algunas personas vamos notando que aflora ese ogro negro que llevamos dentro, ese ogro que seguramente por alguna carencia o trauma infantil aparece por estas fechas con su peor aspecto y nos hace aborrecer todo lo que la Navidad lleva aparejado.

    Las compras, que cada vez empiezan antes, ya que con tal de vender cada año aparecen modalidades nuevas de ofertas, rebajas y “Black days”, que hacen que la gente se sienta en la necesidad de adelantar sus compras navideñas, no vaya a ser que se agote ese juguete preferido por los niños o esa muñeca demandada por las niñas o, incluso, ese perfume de moda que hará de nuestros hombres los más deseados…

    Centros comerciales abarrotados, familias al completo, nerviosas, intentando que los más pequeños no se percaten de ese regalo que acaban de meter en el carro, niños que se pierden, madres que pierden los nervios, abuelos aguantando estoicamente las largas colas para pagar, y carros y cestas llenos de productos, adquiridos no se sabe muy bien para qué o para quién, solo por el afán de comprar algo, pues cuando lleguen los días de fiesta, tendremos que hacer regalos a personas con las que tal vez no compartamos más que ese día navideño y de las que tal vez ni siquiera conozcamos si les gusta más el color amarillo que el rojo o si su preferencia es hacia la lectura o si por el contrario odian leer…

    Y esas comilonas sin fin, esas familias que se juntan por Navidad porque así lo dice el anuncio, pero que el resto del año ni siquiera son para enviarse un guassap… Y claro, se come y se bebe por encima de nuestras posibilidades (que en esto Montoro tiene razón), aunque solo sea por darle un sentido a tanto sinsentido. Primos lejanos, tías a las que no ves en todo el año, aunque viven al lado de tu casa, cuñados y cuñadas que no se soportan, pero que hacen de tripas corazón por quedar bien con sus padres y suegros (o tal vez pensando en esa futura herencia cuando éstos falten)

    Una vez superada la batalla de la Navidad vamos a por la de Noche Vieja y Año Nuevo. Este tramo de las vacaciones navideñas se hace algo más llevadero… Ahora solo hay que comprar para la cena y el cotillón, que normalmente se celebra entre amigos, y si nos ponemos, tal vez adquiramos algo de ropa interior roja, por aquello de las tradiciones foráneas que tanto nos motivan…

    La tercera fase de todo esto es la más agradable, sobre todo cuando hay niños pequeños que se emocionan con la ilusión de los regalos, sueñan con esos seres fantásticos que les van a dejar en el salón de su casa ese juguete deseado… Claro y eso está muy bien, pero al acabar el día, lo que era un sueño para el crío o la cría, se convierte en una pesadilla para el padre y la madre, que no saben que coñas hacer con tanta caja, con juguetes que no funcionan, con algunos a los que ya se les ha acabado la batería y con otros muchos que no son lo que se esperaba y que habrá que ir a cambiar mañana… Y montañas de pijamas, de bufandas, de guantes, algún paraguas y mil cosas más que no sabemos muy bien qué hacer con ellas.

    Y mi ogro de la Navidad ya está ahí, diciéndome que todo lo que conlleva esto es aborrecible: consumo indiscriminado, hipocresía familiar y colesterol, triglicéridos y kilos de más para el futuro inmediato… pero a pesar de todo tendré que jugar al juego del consumo, de la hipocresía y del colesterol… Y seguramente después, al hacer balance de todo ello, me sienta agradecida por esta familia que tengo, por tener algún euro que poder gastarme y por ese kilo de más que significará que a pesar de mi ogro interno, también queda en mi interior algo de esa niña emocionada que un año llegó a oír a los Reyes Magos en el pasillo de su casa.

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    comentarios 3 comentarios
    Marietika
    Marietika
    15/01/2015 07:01
    Navidad, Navidad, Dulce Navidad...

    Navidad. Natividad de Nuestro Señor Jesucristo. Nació en el portal de Betlem para la redención de todos los humanos. Nació pobre y desdeñó ser rey. La celebración del día del nacimiento de Nuestro Señor es un momento de conciliación, de fraternidad, donde los seres humanos aunamos diferencias, olvidamos rencores y nos estrechamos en un abrazo sincero de perdón y disculplas. Es un momento para reflexionar e intentar ser mejores, sacar lo mejor de nosotros mismos y mostrarlo a los demás con actos de bondad, altruismo, solidaridad, compasión… Pero, cómo ha cambiado el cuento eh? Los representantes de Dios tienen incalculables fortunas por todo el mundo. Viven como dioses, empezando por el Papa. Quienes celebramos la Navidad olvidamos su significado enfadándonos en las colas de las cajas, resoplando cuando nos dicen que viene a cenar alguien que no nos cae bien o excusándonos para no ir a la cena familiar. Navidad se ha convertido en un comercio injusto enriqueciendo a quien más tiene.

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