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Valencià
Por María José Navarro
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Algunas cosas deben cambiar

    Vengo de disfrutar de cuatro días en Lisboa, hermosa ciudad por la que parece que no ha pasado el tiempo y que nos hace recordar nuestro país varias décadas atrás… Y he disfrutado, como cualquier turista, de sus vistas en una y otra orilla del Tajo, de sus cafeterías y sus estupendos Pastéis de Belém, de sus empinadas calles adoquinadas (que deben ser el disfrute de los traumatólogos en días de lluvia), de sus sardinas y de su bacalao, y de su tranvía.

    Ese tranvía antiguo que nos llena de nostalgia por los recuerdos de esos tiempos pasados, cuando nosotros también disfrutábamos de ese trasporte por nuestra ciudad. En todos ellos hay carteles recordando que los amigos de lo ajeno andan al acecho, y que se tenga cuidado con las pertenencias personales. Sin embargo, los turistas andan despistados haciendo fotos y deleitándose por lo que ven, así que los raterillos lusitanos hacen su agosto en mayo. Tuve la ocasión, en estos trayectos en tranvía de darme cuenta de esa actividad y advertir a algunos y algunas que compartían transporte y si se descuidaban también cartera…

    Y en esas andaba yo estos días atrás, por lo que había desconectado tanto, que ni siquiera tenía tema para este artículo. Sin embargo, todo se acaba (y si es bueno, aún se acaba antes) y anoche (después de unas horas de desconcierto pensando que tal vez, a causa de la huelga de pilotos portugueses, tuviéramos que hacer noche en un aeropuerto) llegué a casa cansada y sin ganas de echarle un vistazo a las noticias locales.

    Esta mañana mi radio despertador ha cometido su función y he vuelto a la realidad de nuestra Valencia, oyendo a Alberto Fabra diciendo que había destituido a Rus como presidente provincial del PP, e incluso de militancia, por la grabación hecha pública días atrás en la que aparece contando dinero. Y también ha utilizado palabras como honestidad y honorabilidad. ¿Honorabilidad se le está pidiendo al mismo que se ha dedicado a insultar públicamente a los docentes? ¿Honestidad al mismo que prometió una playa a sus vecinos de Xàtiva?

    ¡¡Me he despejado de golpe!! Y, una vez más he sentido vergüenza. No he podido evitar pensar en la similitud del sentimiento de impotencia que me generaron los rateros del tranvía y los que me generan estos chorizos que tenemos actuando a lo largo y ancho de nuestra comunidad, la total impunidad con la que actúan ambos, y la desprotección de la ciudadanía ante estos abusos.

    Hay cosas que deben cambiar ya. Necesitamos, aunque sea por salud mental, que cambie el panorama vergonzoso que tenemos y que podamos disfrutar de unos políticos que velen por nuestros intereses y no en llenarse los bolsillos y favorecer a sus amiguetes. Y no vale con los carteles que nos avisen de que eso ocurre, como los de los tranvías de Lisboa. Hay que trabajar para que no vuelva a ocurrir y nosotras y nosotros debemos velar por que así sea.

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    comentario 1 comentario
    Marietika
    Marietika
    31/05/2015 07:05
    Por qué prescriben los delitos públicos?

    Son tantos los casos de corrupción que nos envuelven que se ha convertido en algo normal, rutinario y, se ha metido tanto en nuestra cotidianeidad, que lo damos como algo natural. Cuando de natural no tiene nada. Se llama robo, malversación, cohecho, prevaricación… y se conocen todas las triquiñuelas legales para que prescriba. El asalto a las arcas públicas, en detrimento del Estado de Bienestar, no se perdona, no puede perdonarse, ni aunque pasen cien años. Y, lo peor de todo, es la desfachatez con que dan la cara a los medios de comunicación alzándose en inocentes víctimas de maldicientes adversarios políticos. Mira, si no, el caso de las tarjetas Black, más de la mitad de los imputados, aún siendo conocido que las han utilizado de forma fraudulenta, están excluidos de la causa por que el delito ha prescrito. No señor! No pueden prescribir los delitos cometidos por los políticos que juegan al monopoli con el erario público.

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