Política con dignidad
Vivimos momentos difíciles, momentos de crispación en los que la manipulación y la tergiversación se utilizan sin medir las implicaciones éticas y morales. No creo, sinceramente, que esta sea la mejor receta para combatir los nuevos retos que se nos plantean. La política de los extremos, de las tensiones, del esperpento, del sainete, de la desinformación... no deben ser una opción.
Cuando escucho debates y tertulias políticas me doy cuenta de los intereses cruzados por tratar de deformar la realidad con el objetivo de adaptarla a argumentos que poco tienen que ver con la defensa del que debería ser el objetivo común: la defensa de los intereses y de las necesidades de nuestros vecinos y de nuestra ciudad.
Hace unos días viví una de esas situaciones esperpénticas, que considero más propias del teatro (o de la taberna) que de un foro en el que se ejerce la actividad que nos encomendaron los ciudadanos. Una situación en la que se primó la necesidad de ofrecer una imagen grotesca del adversario político por encima de una actitud de respeto y de suma de esfuerzos y opiniones, a pesar de que estas puedan ser compartidas o no.
El debate de cuestiones que afectan a la gestión del gobierno, por supuesto, debe estar siempre presente, sea cual sea el objeto o la motivación, dado que la gestión que hace el Gobierno sobre cualquier asunto es algo que nos incumbe a todos, sin excepción. Pero igual que creo firmemente en esta actitud y este talante, también considero que debe evitarse la utilización como objeto de un debate plenario de las opiniones vertidas por terceros, por personas particulares ajenas a la política y que expresamente piden permanecer en ese estado.
Creo que no soy quién para juzgar en calidad de representante político, como se me solicitaba hace unos días, si una opinión vertida por un particular es o más o menos acertada. Me reservo mi opinión personal, que podrá ser más o menos favorable, pero no considero que ese sea objeto de mi tarea política.
Pienso que exigir a los políticos que valoremos las opiniones vertidas por ciudadanos en su ámbito privado, es algo más propio de una tertulia doméstica que de un salón de plenos. Y por respeto, ética y dignidad, seguiré tratando de defender la tarea que nos corresponde como políticos y protegiendo la intimidad de quienes no deben verse envueltos en ningún tipo de afrenta política. Exactamente lo mismo que pedí hace unos días.
Las acusaciones de comisión de falsos delitos, las calumnias… no son el mejor camino para llegar al entendimiento de quienes debiéramos primar esta premisa por encima que cualquier otro tipo de interés. La ciudad al completo espera lo mejor de nosotros, lo mejor de quienes gobernamos y de quienes, desde la oposición, aportan su grano de arena. El secreto es aportar, sumar, enriquecer por encima de diferencias o posicionamientos políticos
La política no es el arma arrojadiza, sino el instrumento que nos permite conectarnos. Así la he entendido yo siempre y así la seguiré ejerciendo mientras tenga oportunidad de practicarla, del mismo modo que combatiré la difamación y la crispación promovida por aquellos que entienden que ese es el mejor caldo de cultivo para sus propios intereses, por encima del interés general.