Afortunada generación de los 80
Pertenezco a esa generación marcada por contrastes, tensiones, tragedias y, a su vez, grandes avances. Una generación a la que algunos llaman “la generación perdida”, se trata de la generación de los ochenta.
Yo discrepo, no la encuentro tan perdida. Probablemente, al contrario de lo que piensen algunos, seamos la generación más afortunada. Una generación a la que nuestros padres nos ha dado todo. Ellos han trabajado jornadas de 14 horas al día 7 días a la semana con la finalidad de dejarnos un mejor porvenir a nosotros. No conocemos el hambre, y la formación de los hijos se convirtió en una necesidad en las casas. Nos lo han dado todo, incluso mucho más de lo que han tenido.
Hemos vivido mucho, y aprendido más. Nacimos en la década de mayor desarrollo cultural y musical del país; "la movida", vivimos el intento del golpe de estado de Tejero en el 81, el Mundial del 82 e incluso el primer gobierno de izquierdas después de 40 años de dictadura.
Por fortuna vimos a Apple revolucionar la industria de la tecnología. Desapareció el vinilo y nació el CD. Jugábamos en la calle, pasábamos veranos enteros con los abuelos porque nuestros padres tenían que trabajar, y teníamos en casa los primeros ordenadores. Nuestros abuelos crearon núcleos familiares sólidos, y nuestros padres se reunían asiduamente con sus hermanos con la finalidad de conservar esos núcleos. Que bien lo hicieron, y cuánto tenemos que aprender de ellos todavía.
De los ochenta recuerdo, entre otras muchas cosas, la boda de Pepe Sancho con María Jiménez, portada de todas las revistas. Por sorpresa, y con los años, tuve la fortuna de conocer a su hermano, el empresario y escritor Lluís Salvador Asunción, quien quiso a Pepe con locura, un hombre amable que regentaba con una hospitalidad de oro el café San Joan de Manises.
Recuerdo también el nacimiento de frases históricas que todavía suenan, la famosa frase de Tierno Galván: "el que no esté colocado que se coloque y al loro" o el "si me queréis, irse" de Lola Flores. Por no hablar, claro, de cómo se revolucionó la industria, o la famosa expropiación de RUMASA. Y después vino la entrada de España en Europa en el año 86.
Entrados los 90 vivíamos de noche y dormíamos de día, vestíamos "bomber" y calzábamos "Salomon". Veíamos el príncipe de Bel Air, leíamos la "Super Pop" o "Maxi Tunning", y escuchábamos y bailábamos con Marta Sánchez, Ricky Martin y Alejandro Sanz. A su vez, no siendo ni conscientes, estábamos sumergidos en la crisis del 93 con un desempleo del 24% y una deuda pública impensable cercana a los 30 billones de pesetas.
Por si fuera poco, en el 2008 llegó una nueva crisis mundial que supuso para España la explosión de otros problemas: el final de la burbuja inmobiliaria y la crisis bancaria de 2010.
Y mientras nosotros nos ocupábamos de lo que nos tocaba a nuestra edad, poco más que vivir, estudiar, salir y disfrutar, otros fueron responsables y consecuentes y se ocupaban de sacarnos adelante. Cada uno hacía lo que le tocaba hacer.
Ahora es nuestro turno. No, no somos la generación perdida. No nos victimicemos. Somos la generación a la que le toca devolver todo lo que nos han dado. Somos los que ahora tenemos que arrimar el hombro y demostrar nuestra responsabilidad.
Se lo debemos a nuestros padres y a nuestros abuelos. Se lo debemos a las generaciones anteriores que tanto han hecho por nosotros, ellos sí que vivieron más de lo que les tocaba vivir. Se lo debemos a las generaciones futuras, las que deben encontrar todo, al menos un poco mejor de lo que lo encontramos nosotros.