Una temeridad
Probar en política, sin previamente evaluar antecedentes de los proponentes es, como mínimo, una temeridad y el español, generalmente, piensa con el hígado.
“Un limpiabotas gaditano, con ese gracejo que les caracteriza, le estaba contando a un cliente el día a día del indígena peninsular en la España franquista. El cliente, un obispo protestante de incógnito en España, entusiasmado ante la posibilidad misionera, empezó a explicarle al limpiabotas las diferencias con su propia creencia humana y la libertad política, el permiso, tan natural de los pastores para contraer matrimonio… En plena perorata fue interrumpido por el limpiabotas: -No se canse, míster. Yo no creo en mi religión que es la verdadera, y ¿voy a creer en la de usted?” (*)
Así de simple; Si el “íbero” es incapaz de creer en aquello que siente, ¿cómo va a considerar lo que desconoce?
Una nación moderna se considera aquella cuyos proyectos vitales van más allá de hombres y de partidos. De lo contrario está condenada a ser un conjunto de tribus inoperantes y anacrónicas que se encapullan en un vano sueño de identidad.
Al señor Rajoy lo respeto por tener “cualidades” que son propias de los gallegos: prudencia, paciencia y perseverancia. (También respetaba a Franco y no soy franquista)
Del señor Sánchez siento fundadas dudas sobre su capacidad como para conducir un gran partido, como lo es el Socialista. ¡Ojalá me equivoque!
El señor Iglesias es el más vivo de los cuatro. Lo considero capaz de fumar bajo agua. No me fío de él y mucho menos de lo que aparentemente representa. Siempre pensé que progresista derivaba de progreso pero me equivoqué. Todas las palabras que terminen con TA hay que tomarlas con pinzas.
Y del Señor Rivera estimo que a pesar de haber crecido mucho últimamente el traje aún le queda un poco holgado. Cuídalo, Albert, no lo vayas a ajar antes de poder lucirlo.
(*) Esta anécdota del gaditano la conocí en mi juventud por haberla leído en “El español y los siete pecados capitales”. Muchos años después fue el propio Don Fernando quien me la recordó cuando le manifesté lo dificultoso que me resultaba dialogar con los paisanos.
Mi apreciado amigo, nunca tuve tiempo para la reflexión, por lo qué mis genes tuvieron que hacer de tripas corazón. ¿Inconciencia? ¿Inocencia? No lo se: Lo cierto es que éstas señoras o señoritas, me abieron puertas que para la mayoría de los mortales, son poco menos que infranqueables. Lo que sí te digo es qué la única batalla que "perderé" sera la ultima. Feliz Año 2016, y que Dios nos de fuerza para que podernos abrazar de nuevo