El pan nuestro de cada día

Al finalizar las clases, salvo a los que “desertaron” en edad temprana, todos absolutamente todos, rendimos examen. Algunos los pierden y otros los aprueban pero todos sin excepción, pasamos de “clase”.

Consciente pues que las únicas experiencias válidas son las propias y que los “consejos” no pedidos carecen de valor, dejo al criterio del amable lector el seguir adelante o abandonar esta página.

¿Seguimos?

Bueno… Hablando de “Democracia y Libertad” el intercambio de opiniones es tan vital como el viento en el mar y la lluvia en los campos. El problema es, cuando por complejos viscerales, el viento se convierte en huracán y la lluvia en diluvio.

Por lo tanto pretender llegar al súmmum de la perfección en lo que a democracia y libertad se refiere, es poco menos que una quimera. La perfección en sí misma es tan solo un espejismo. Salvo que se considere como el logro máximo de lo posible. Por lo tanto hay que estar muy atentos en no confundir la perfección con el perfeccionismo.

Todos los demócratas sabemos que democracia y libertad son sinónimos, lo que no todos saben es que la Libertad está condicionada por dos pilares fundamentales: prudencia y tolerancia. Estas normas tan simples y tan vitales para el relacionamiento humano, apenas si se emplean en el voraz canibalismo del andamiaje político en el cual, salvo algunos exponentes muy loables, brillan por su ausencia.

Pero como dijo alguien “La Democracia es la menos mala de las formas conocidas para el relacionamiento humano”. Buscar la perfección por lo tanto es bueno, en la medida que no desperdiciemos los logros del cada día en pos de un horizonte inalcanzable, de anhelos y frustraciones.

¡Animo… y a votar! Estamos llegando a la Navidad. No hay mayor esperanza que la llegada de un niño. Las opciones son diversas. A unos los votarán y a otros los botarán.

Cada uno lo hará de acuerdo a su criterio y aquel que haciendo uso de su legítimo derecho no emita el sufragio, después que no se queje y mucho menos que opine. Al renunciar perdió el derecho al pataleo.

Vamos a ver que nos traen los Reyes.

¡Felices Fiestas! Y… que todo sea para bien.