¡Pobre 'Antonio'!
Seguramente cuando lean la cabecera de esta columna, se preguntarán a que Antonio me refiero.
Les aclaro que es a su Presidente de Gobierno y lo digo así, porque para mí nunca merecerá ese título un patán tan inepto e impresentable, como Pedro Sánchez.
Por lo visto, no soy el único que le ve como un “mindundi” advenedizo y oportunista, que ha llegado a un cargo público, votado por muchos “sanchistas” que han encontrado un “modus vivendi” a su sombra, por algunos cientos de miles de los que yo llamo “socialistas de cabestro”, que son aquellos que comulgan con las ruedas de molino que les imponen las élites de un P.S.O.E desnortado y por todos los comunistas, nacionalistas independentistas y filo terroristas vascos, que saben que nadie les va a consentir todas las agresiones a España, que él les permite.
Y para demostrarles que fuera de España, nadie le presta la menor atención ni confía en él, la evidencia de que ni es invitado a las reuniones del G-7 ni del G-10, ni siquiera a las más extensas de la OTAN o de Unión Europea en razón a tener como socios de su Gobierno a Ministros Comunistas de Podemos y adyacentes, siendo el único Gobierno de la Unión Europea que los tiene.
En la última Asamblea General de Presidentes Europeos estuvo presente, en la última fila y situado en el último rincón de la izquierda de la foto y por lo visto según salió publicado en algunos medios no subvencionados ni financiados por el Gobierno Español, el responsable europeo de ese protocolo le dijo “Antonio, tu allí”.
Parece ser, que ha imitando a su predecesor Zapatero y tiende siempre a colocarse junto a los políticos mejor considerados y más valorados de la Unión Europea, pero ni aquel tuvo suerte ni la tiene éste tampoco, porque siempre acaban ubicados en zonas laterales porque todos huyen de ellos, para no contaminarse.
Lo más curioso, es que las personas encargadas de ese protocolo e incluso Presidentes Europeos, no sepan ni su nombre de pila.
Y es que Pedro, por lo visto según consta en el los Evangelios, derivaba del latín y significaba “piedra” que es una materia prima muy sólida para construir y fundamentar edificios milenarios como la inmensa mayoría de los castillo y catedrales del mundo.
Nada que ver ni religiosa ni arquitectónicamente, con la innegable capacidad de demoler y destruir de este Pedro, rebautizado como Antonio por un político italiano, que debió intuir perfectamente que a un personaje como él, le cuadraba mejor cualquier otro nombre que el suyo.
