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Por José Luis Esteban
Andanada de sol - RSS

Y el tiempo lo impidió

    El mal tiempo impidió la celebración de la corrida de toros prevista en Brihuega (Guadalajara), que con motivo de la Fiesta de la Primavera todos lo años se da en este precioso pueblo castellano, y siempre con un cartel de lujo, así pues, este año lo componían toros de Juan Pedro para Juan José Padilla, Morante de la Puebla y José Mari Manzanares.

    Hacía tiempo que deseaba visitar Brihuega, pues mis amigos Enrique Torralba y su esposa Salu excelentes aficionados taurinos, nativos de allí, aunque residan en Vila Real, me habían invitado en varias ocasiones a presenciar con ellos el importante acontecimiento taurino. Así que acompañado de mis amigos Ignacio y Gema salíamos de Alcora a las nueve de la mañana ilusionados de volver a ver a Padilla tras su cogida en Zaragoza, de empaparnos con el duende de Morante y de relajarnos con la torería de Manzanares, pero sobre todo de disfrutar de la compañía y hospitalidad de nuestros amigos Enrique y Salu.



    Tras almorzar en Monreal del Campo, dirección a Molina de Aragón nos cayó una fuerte tormenta, pero luego despejó y a medio día llegamos a Brihuega. Nos impactó la gran cantidad de gente que allí había, se respiraba un excelente ambiente taurino, la faena fue nuestra para poder aparcar. Habían taurinos de todas partes, sobre todo de Madrid y Guadalajara, pero enseguida vimos a buenos aficionados de Castellón asiduos ya a esta corrida. Más de ocho mil personas en un pueblo de dos mil habitantes.

    Nuestros anfitriones nos atendieron de maravilla, comimos en el restaurante El Torreón, donde degustamos una exquisita pierna de cordero asada, especialidad de la casa, disfrutando también de la grata compañía del importante fotógrafo taurino Javier Arroyo. El café lo tomamos en la acogedora casa de nuestros amigos en grata tertulia taurina. Media hora antes de la corrida partimos hacia la plaza. No se puede plasmar en estas líneas el gran ambiente taurino que se vivía por esas calles empedradas, convertidas en ríos de aficionados que desembocaban en la plaza de toros. Había gente por todas partes, de todos los colores y de todas las edades, pero sobre todo mucha juventud. Taurinos, aficionados y glamour tanto de la aristocracia madrileña como famosos de la prensa rosa. Todos teníamos la cita en Brihuega.
    De camino a la plaza, Salu, como buena brihuecense, nos mostró los edificios emblemáticos, su historia y sus tradiciones. Preciosa la iglesia de Santa María, el edificio colindante, palacio de una princesa mora cuando los árabes convivían en la ciudad de Toledo, hoy convertido en campo santo. El viejo Hospital, el arco de La Guía, donde aún pudimos estrechar la mano a Morante, pero de repente una nube negra tapó el cielo de la población amurallada, y ante la estupefacción y la sorpresa de todos empezó a llover a cántaros acompañado de piedra. Se mantuvo así durante más de diez minutos, daba la sensación de que el granizo lo echaban a sacos. Enseguida el paisaje se tornó blanco, de postal de Navidad, la temperatura bajó a 4 grados y había más de dos palmos de granizo en el suelo. Luego medio despejó y la palaza igualmente se abarrotó de público, pues se había puesto el cartel de “No hay billetes”. La gente tenía ganas de toros, pero el albero parecía una piscina de barro, agua y nieve, así que con buen criterio tanto el Presidente de la corrida como los tres toreros decidieron suspender el festejo. La gente desilusionada por la suspensión comprendió perfectamente la situación que imposibilitaba la lidia y con un comportamiento cívico ejemplar, propio de taurinos, fue abandonando ordenadamente la plaza.
    Por nuestra parte nos secamos en la casa de nuestros amigos y tras tomar un café con leche bien caliente, que entraba muy bien y agradecimos, regresamos a Alcora con el compromiso de volver el año que viene.

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