Joselito, la tauromaquia es tuya
Ya hacía tiempo que deseaba ir a ver una corrida de toros a Francia, sobre todo porque todo el mundo decía que allí iba a poder disfrutar de una verdadera corrida de toros con astas en puntas, trapío, movilidad, codicia y emoción. Que su público exigía una lidia completa, haciendo mucho hincapié en el tercio de varas, dejando los toros de largo, clavando la puya en el morrillo, midiendo el castigo en cada vara y así poder realizar varias entradas al caballo, compitiendo los matadores en quites luciéndose con el capote. Con esa ilusión y aprovechando la gran ocasión de ver torear de nuevo a José Miguel Arroyo “Joselito”, tras 11 años de su ausencia en los ruedos, decidimos mi esposa y yo partir hacia Istres, acompañados de mis cuñados Cesar y Ana. El acontecimiento merecía la pena, eso sí, con cuatro meses de antelación ya tuvimos que comprar obligatoriamente el abono de toda la Feria completa. No nos importó, pues los tres carteles incluidos en el abono eran un auténtico lujo, tanto en toros como en toreros.
Lo que ocurrió fue, que al parecer no era la plaza adecuada para poder disfrutar de una verdadera lidia y de unos toros íntegros. Por lo visto también en Francia hay diferencias y claro, la coqueta plaza de toros de Istres “Les Arenes Le Palio”es de tercera categoría y está situada en una zona donde gusta ver más el lucimiento facilón del torero que su lucha lidiadora con un toro difícil y entero. Por lo visto para ver lidiar tendré que probar Vic de Fensac, Cerét, Dax o Bayona.
El ambiente en las calles era festivo, incluso vimos a muchas féminas vestidas de faralaes. El público dentro de la plaza muy respetuoso con los toreros, llamando la atención los silencios maestrantes durante las faenas. Eso sí, excesivamente bondadosos a la hora de dar las orejas, más bien las regalaban.
El Viernes 13 de Junio buena faena de Ponce al cuarto de la tarde y detalles de Morante en el quinto. Juan Bautista me gustó. Los toros del Tajo de la Reina flojos, sin fuerza y recién salidos de la barbería. No se vio ni un solo quite, ni tampoco un solo tercio de varas decente. Francia no es tanto como yo creía.
El Sábado toros de La Quinta, de escasa presentación y cornicortos, con tanta nobleza que no concordaba con su encaste. El número de orejas no se correspondió con lo ocurrido en el ruedo. Manuel Escribano toreó aliviándose todo el rato, entre él y el toro pasaba un tranvía. No me gustó. A Paco Ureña le falta bagaje y estar más toreado. Todo el rato estuvo por debajo de sus toros y al hilo del pitón. Joselito Adame muy diferente a como lo ví en Madrid en este pasado San Isidro. No me gustó porque no se cruzó en ningún momento. Toreó todo el rato al filo del pitón. Excesivas las dos orejas concedidas con el que cerró plaza, toro inválido que tenía que haber sido devuelto a los corrales. En general, aun así, los toros estuvieron por encima de los toreros.
Y llegó la corrida esperada, con el cartel de “No Hay Billetes” y con muchas ganas de ver a Joselito. Incluso la lluvia no quiso perderse el acontecimiento. Los que vendían impermeables de usar y tirar, a tres euros, hicieron su agosto. Toros de Garcigrande de escaso trapío y descaradamente sospechosos de manipulación en sus astas. Ya que en esta plaza, su banda de música, interpreta melodías orquestales en vez de pasodobles, perfectamente hubiera podido tocar la zarzuela del “Barbero de Sevilla”, pues hubiera estado totalmente acorde con los pitones de los toros.
El primero en saltar al ruedo tuvo que ser devuelto por sangrarle a chorro el pitón derecho. Por cierto, como no había cabestros, y ante la incapacidad de meterlo en los corrales lo estoqueó el toricantano, algo incongruente y no se hasta que punto legal, pues todavía era novillero, ya que aún no se le había concedido la alternativa. En todo caso quien hubiera tenido que estoquearlo es el director de lidia.
No estuvo mal Cayetano Ortiz en sus dos toros. Toreó con gusto y estilo, pero no mató. Para matar a un toro hay que tirarse con el corazón y este chico no lo hizo.
Morante, al que le tocó el peor lote, estuvo con ganas toda la tarde, pero solo se le vieron detalles, eso sí, muy toreros y con duende. Destapó su esencia en dos series con la muleta a su segundo, pero de ahí no pasó.
Solamente por ver el toreo de Joselito mereció la pena el viaje a Istres. Hacía tiempo que no había visto torear tan de verdad, con tanta naturalidad, cargando la suerte sin apenas forzarla. Toreó tan despacito que parecía que acariciaba al toro, ralentizando su embestida, mandando siempre de él con suavidad y dulzura. Siempre colocado, cruzándose al pitón contrario y haciendo que el toro describiese una circunferencia a su alrededor. Como si los muertos se hubieran levantado de la tumba para enseñar a los vivos. La tarde fue de Joselito y la luz de su estrella deslumbró a la de los otros diestros. Toda la plaza en pie al grito de “Toreo, Torero”. Lo de menos los trofeos concedidos, pues el señor Presidente los regalaba a capazos.
Adolecí un pique en quites entre Joselito y Morante, que se le va hacer. Yo solo le pido al Maestro: “No te vayas otra vez, quédate y enseña a torear a las nuevas generaciones”.
No me importaría hacer tantos kilómetros de nuevo para volver a ver interpretar el toreo de verdad. Esto es hacer afición. Maestro, hasta cuando usted quiera.