ONTINYENT | FIESTAS

Historia, fantasía, espectáculo y emociones en la entrada de Moros y Cristianos más multitudinaria de Ontinyent

ELPERIODIC.COM - 24/08/2024

Alrededor de 18.000 personas participan entre festeros, músicos, ballets y extras en un intenso desfile que se prolongaba durando más de 8 horas

Historia, fantasía, espectáculo y emociones llenaban en la tarde y noche de este viernes en la que ha sido la entrada de Moros y Cristianos más multitudinaria que se recuerda en Ontinyent. Alrededor de 18.000 personas, entre entre festeros y festeros de las 24 comparsas, bandas de música y músicos, ballets, extras o equipo de asistencia a las carrozas y espectáculos, participaban en un intenso desfile que se prolongaba durando más de 8 horas, desde las 18:00 horas de viernes hasta pasadas las 2:00 horas de sábado, ante los miles de espectadores repartidos entre las avenidas Almaig y Daniel Gil.

El alcalde de la ciudad, Jorge Rodríguez, acompañado por la vicepresidenta de la Diputación de València y 1ª teniente de alcalde Natàlia Enguix, y los regidores y regidoras de la corporación, actuaba como anfitrión en la tribuna de autoridades para las personalidades políticas de las diferentes administraciones que acudían a disfrutar del acto. La entrada estuvo retransmitida en directo por la tv pública valenciana À Punt, y se puede revisualizar a través de su web.

Aventuras por el mar Mediterráneo y las sierras de la Vall d'Albaida en la entrada cristiana

El hilo narrativo de los boatos de las capitanías de Marineros y Taifas compartía una importante presencia de elementos marítimos, mientras las embajadas de Contrabandistas y Abencerrajes se ambientaba en las sierras de La Vall d'Albaida y Granada. También se visibilizaba la voluntad integradora de las comparsas, con hechos como la presencia en ambas capitanías de alumnado del Centro Ocupacional Municipal José Antonio Bodoque, que en la entrada cristiana incluso contaba con escuadra propia.

La capitanía Marineros presentaba una historia ambientada en la época de la Corona de Aragón del Siglo XIII, donde el hilo narrativo lo llevaba un personaje principal que vivía toda una serie de peripecias hasta desembocar en la figura de Lucia Gil, capitana del bando cristiano, quien aparecía en la popa de un gran barco acompañada por sus hijas. Antes, representaciones de batallas navales y zonas portuarias, figuras históricas como la de Roger de Llúria y también mitológicas, como el monstruo Leviatán o un llamativo ejército de soldados atlantes.

La embajada cristiana de los Contrabandistas, con José Francisco Seguí como embajador y su hermano David Seguí como abanderado, recuperaba la historia del bandolero valldalbaidí Mariano Seguí Calatayud, “el gatito de Otos” y su amigo Francisco Mira, “Sitala” al SXIX. Caballos, carrozas ambientadas en la temática bandolera y la representación espacios y elementos autóctonos, incluso con la figura del patrón de las fiestas, el “Morenet", predominaban en un boato que culminaba con la carroza del embajador y el abanderado con elegantes vestimentas en color negro.

El poder militar de la taifa de Dènia y la Rebelión de las Alpujarras de Granada se escenifican en la entrada mora

Ya por la noche, la entrada mora arrancaba con otra capitanía vinculada al mar, en este caso de la mano de los Reyes de taifa y la historia del “Dragón de Saphor”, Ali Iqbal, y su ansia de venganza por la muerte de su hermano, el “león taifa Mujahid-Al-Amin”, sultán de la taifa de Dènia en el siglo XI, de la que formaban parte las islas Baleares. Una espectacular capitanía de la que maravillaron especialmente los ballets y donde sorprendió uno un dragón de ultratumba, que abría al capitán moro, José Manuel Pardo, transformado en el “Dragón de Saphor”, Ali Iqbal, rodeado de varios familiares.

Finalmente, el último de los cuatro boatos era lo de la embajada de los Abencerrajes, con una representación planteada como “inclusiva, integradora y transversal” de la “Rebelió de las Alpujarras” de Granada, la revuelta que bajo el liderazgo de Farax Aben Farax y Aben Humeya se inició en 1568 en respuesta a una pragmática antimorisca que prohibía la lengua, los libros o la vestimenta árabes, y que supuso un importante conflicto al que participaron tropas argelinas y del imperio Otomano. El boato, con maquillajes y vestimentas muy trabajados, trataba de estimular los sentidos con elementos como perfumes o la degustación de dulces del SXVI, con ballets que trataban de involucrar al público y un ambiente suntuoso en la representación de espacios como los jardines de la Alhambra, con el embajador Samuel Martínez y la abanderada Mar Padrino cerrando la velada de fiesta morocristiana.

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