La invasión del mejillón cebra es irreversible
Un estudio liderado por científicos de la Universitat de València caracteriza once poblaciones de mejillón cebra en ríos de las cuencas del Ebro y el Júcar
La resistencia a la contaminación y el prolongado período reproductor favorecen la permanencia de la especie
Las conclusiones de esta investigación permitirán diseñar estrategias específicas para el control de esta especie y también nuevas metodologías para luchar contra su expansión en espacios acuáticos naturales o instalaciones cerradas
La exhaustiva caracterización ecofisiológica y genética de las poblaciones de mejillón cebra desarrollada por investigadores de la Universitat de València y del CSIC (a través del Instituto de Diagnosis Ambiental y Estudios del Agua (IADEA) de Barcelona y del Instituto de Acuicultura de Torre de la Sal (IATS) de Castelló) permitirá a los gestores diseñar estrategias específicas para el control de esta especie, como también la creación de nuevas metodologías para luchar contra su expansión en espacios acuáticos naturales o instalaciones cerradas. Por otra parte, la elevada tasa de reproducción detectada en el estudio hormonal aconseja que la práctica de actividades deportivas, como por ejemplo el piragüismo, “implique un estricto cumplimiento de las recomendaciones de las confederaciones hidrográficas para evitar su propagación a otros ríos de la península o el continente, porque las larvas del mejillón quedan enganchadas a las embarcaciones. De hecho, nosotros durante la realización del trabajo, nunca trajimos ningún organismo vivo al laboratorio”, explica Torreblanca.
El mejillón cebra es una especie invasora que ha proliferado en ríos y lagos de España y Norteamérica, provenientes de las cuencas de los mares Negro y Caspio, durante las últimas décadas y su llegada supone un grave riesgo ambiental y socioeconómico. En España, las primeras poblaciones se detectaron en 2001 en el embalse de Flix, desde donde se produjo una progresiva dispersión a otros pantanos de la cuenca del Ebro y otros puntos de gran interés ecológico hasta colonizar completamente esta cuenca. Además, también se vio afectada la cuenca hidrográfica del Júcar. La primera población se encontró en 2005 en el embalse de Sitjar, en el río Mijares, y actualmente está estabilizada, según los investigadores, mientras que en el pantano de Forata, en el Magro, afluente del Júcar, el mejillón cebra se localizó en 2006, pero en los dos últimos años no se han visto larvas. A pesar de ello, no se puede descartar totalmente su presencia. Esta invasión, según el trabajo coordinado por Amparo Torreblanca, “no se ha producido directamente de las cuencas originarias, sino que ha venido de poblaciones más occidentales, es decir, desde zonas geográficamente mucho más próximas”.
La expansión del mejillón cebra no sólo tiene un impacto ambiental por su afección a especies endémicas y el equilibrio ambiental de los ecosistemas, sino también económico. Amparo Torreblanca recuerda que a los Estados Unidos la invasión de esta especie desde la década de los ochenta ha sido de millones de dólares, mientras que la Confederación Hidrográfica del Ebro ya predijo en 2005 que la expansión del mejillón cebra costaría alrededor de 40 millones de euros en veinte años. Porque, de hecho, este molusco “crea importantes problemas y gastos económicos debido a su gran capacidad para obstruir todos tipo de infraestructuras y canalizaciones hídricas”, añade la profesora.
DESCRIPCIÓN DE LAS POBLACIONES A TODOS LOS NIVELES
El control del mejillón cebra requiere un enorme conocimiento previo sobre las principales fuentes de colonización, capacidad de dispersión, como también de los mecanismos y factores ambientales que pueden regular su crecimiento y reproducción. Por este motivo, el trabajo coordinado por científicos de la Universitat de València ha estudiado diez poblaciones de la cuenca del Ebro y una del Júcar, muestreadas en puntos con diferente calidad de las aguas con el fin de conseguir su caracterización desde varios parámetros como por ejemplo genéticos, ecofisiológicos, genómicos y proteómicos.
Por ejemplo, se han determinado los niveles de metalotioneína en la glándula digestiva y las branquias, una proteína que indica la exposición a metales. Además, entre otras muchas acciones, se han evaluado las respuestas de estas poblaciones de mejillón cebra al estrés térmico y la desecación mediante la determinación de la proteína HSP70, a la vez que se han usado técnicas proteómicas para detectar variaciones en los patrones globales de expresión proteica de esta especie invasora. Con ello, por primera vez, “se han encontrado vías metabólicas únicas en el mejillón cebra y, por lo tanto, susceptibles de utilizarse para desarrollar tratamientos específicos para su control”, concluye Torreblanca.