El duro relato de Vicente, un vecino de Gandia que le ganó la batalla al coronavirus
"Fui consciente del COVID-19 después de pasar 32 días en la UCI y 12 en coma inducido” confiesa a elperiodic.com
La historia de superación y de miedo del gandiense Vicente Palonés ha estado protagonizada por “el virus del que se reía la gente al principio y que tanto daño me ha hecho a mí”, tal y como lo relata a elperiodic.com.La incertidumbre por la situación se apoderó de Palonés, de 49 años, cuando empezó a notarse los síntomas característicos del COVID-19.
Tanto fue así que, para salir de dudas, acudió al Hospital Francesc de Borja para poder tratarse a tiempo. Pero nada más lejos de la realidad de aquellos primeros tiempos en los que se instauró el coronavirus en nuestra sociedad. En estos primeros momentos sus síntomas eran muy claros, pero, para su sorpresa, ni le hicieron el test correspondiente a la enfermedad ni se quedó en el hospital. Le enviaron a su casa y la sintomatología fue a más, tanto que al pasar 10 días desde que acudió y ver que iba encontrándose peor día a día, Palonés decidió ir al centro de salud. Desde este momento no pudo volver a su casa hasta pasar la odisea del virus, ya que nada más explorarle en el centro de salud le habilitaron una ambulancia de urgencia y fue directo a la planta COVID-19 del hospital.
“Quizás tardé demasiado en volver a que me viera un médico porque durante estos 10 días mis síntomas fueron a más y, muy posiblemente, esto agravara la carga viral que el Coronavirus había instaurado ya en mi cuerpo”, explica el infectado haciendo un repaso a los primeros días en los que se le detectó la enfermedad. A pesar de que no perdió los sentidos del olfato ni del gusto, como era habitual en los infectados por COVID-19, Palonés “tenía claro que la enfermedad estaba en mi organismo y que iba a más”.
Cuando la ambulancia le llevó directo a su largo ingreso hospitalario, el gandiense ya era consciente de que “había contagiado a mi familia, ya que también tuvieron los síntomas como yo pero, por suerte, no se les agravó tanto como a mí ni tuvieron que ser ingresados”.
En este punto de la enfermedad Palonés todavía no podía hacerse una idea de lo que le esperaba. Ni más ni menos, que más de 50 días ingresado por COVID-19 con una gravedad alta.El periplo hospitalario pasó por una fase crítica en la que estuvo 32 días ingresado en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI), 12 de ellos en coma inducido por los graves problemas que estaba ocasionando el virus en su organismo. Estos llevaron a que le tuvieran que realizar una toracotomía y un drenaje del pulmón.
“Cuando desperté del coma inducido, después de 12 días, me di cuenta de lo muy grave que había estado y de cómo me había afectado el virus”, relata Palonés a este digital, recordando también que “no sabía ni si era de día o de noche en el pequeño zulo en el que me encontraba en la UCI, ya que tres semanas estando consciente aquí se hacen duras porque te encuentras atrapado en un espacio pequeño”.
El infectado afirma que los médicos llegaron a confesarle cuando despertó del coma inducido que “no sabían cómo había sobrevivido a la gravedad del virus en mi interior”. Es en este momento en el que Palonés se dio cuenta del verdadero daño que tenía.
Un duro despertar
Poniendo el foco en cuando despertó, su momento más duro, explica que “no podía moverme, había perdido toda la movilidad e incluso no podía ni levantar el brazo para rascarme la cabeza”.
Una de las premisas más importantes que le dieron los médicos y enfermeras fue la de cuidar su estado anímico, por lo que le animaron a que sus familiares y amigos le enviaran cartas y que las fuera leyendo para darle fuerza y ánimo en su lucha. Lo que no se podían imaginar era que esto también ocasionaría un problema al paciente gandiense que, rápidamente, subsanó el factor humano de los sanitarios. “Me llegaban las cartas de toda mi familia y amigos a diario, pero me encontré con un problema importante e inesperado y fue que no podía leerlas, no tenía visión como para ver las letras claras y saber lo que ponía en las cartas”, relata Palonés. Encontró la solución a este problema en las enfermeras, quienes “se me sentaban a un lado de la cama y me leían las cartas una a una a diario, por lo que quiero destacar que el factor humano de todas estas enfermeras fue auténticamente increíble conmigo”.
Los problemas de movilidad iban en aumento y Palonés se encontró con que “no podía ni moverme ni hablar, así que primero me tuvieron que dar una pizarra pequeña para que escribiera lo que necesitaba o cómo me encontraba, pero no fue la solución porque no era capaz ni de levantar los brazos para escribir en ella”. La inventiva de soluciones por parte del personal sanitario es tan alta que encontraron otra vía para que Palonés pudiera comunicarse.
“Las enfermeras me enseñaban una hoja grande con todas las letras del abecedario y yo iba poco a poco señalando cada letra para ir formando palabras y frases y que pudieran entender lo que quería pedirles, aunque ese movimiento de levantar el brazo para señalarlas me costaba bastante pero lo conseguía; era la única manera de poder expresarme cuando ni podía hablar ni escribir”, detalla emocionado el paciente gandiense.
Después de este cúmulo de situaciones adversas, Palonés empezó a ver la luz al final del túnel y recibió el alta hospitalaria más de 50 días después de su ingreso. El alta le llegó, pero sus sensaciones no eran del todo buenas con la enfermedad porque “no podía moverme cuando salí, no podía ponerme de pie ni caminar por mí solo, de hecho fui en silla de ruedas y recibía a diario en mi casa la visita de las enfermeras para controlar que todo estuviera yendo de forma correcta”.
El gandiense llegó a su domicilio y se encontró con una grata sorpresa, ya que una veintena de vecinos y familiares le estaban esperando a las puertas para demostrarle todo su cariño nada más bajase de la ambulancia que le llevó desde el hospital. Los abrazos fueron imposibles de contener, incluso alguna que otra lágrima entre los presentes, aunque lo más recurrente de todos los que le esperaban fue la mascarilla. Después de ver lo que le había ocurrido a su vecino y familiar, todos estaban y están más que concienciados de lo que puede llegar a afectar contraer el virus.
Las secuelas
Después de emocionarse y disfrutar de una cálida bienvenida en casa, Palonés fue descubriendo con el paso de los días las secuelas que le estaba dejando el COVID-19 en su cuerpo. “Me han salido úlceras en la zona de la nuca y en los pies por haber estado tanto tiempo en el hospital en la misma posición y sin poder moverme, pero además de esto he perdido un 40% de masa muscular”, señala el infectado.
“Ahora tengo bastante miedo porque ya empiezo a salir poco a poco a la calle, pero me ha quedado una secuela importante en los pulmones que hace que me cueste incluso hablar tres frases seguidas porque me fatigo”, detalla Palonés en la entrevista con este digital.
Después de todo lo que ha tenido que sufrir el gandiense, quiere enviar un mensaje a todos aquellos que siguen sin tomarse del todo en serio la enfermedad: “El Coronavirus sigue estando en la calle y las medidas que se piden para evitar nuevos contagios y brotes de la enfermedad son muy sencillas, tan solo es que todo el mundo se ponga su mascarilla, mantenga las distancias de seguridad con el resto de personas y se laven las manos frecuentemente; es muy sencillo prevenirlo y la gente sigue sin estar concienciada de lo muy grave que puede llegar a ser el COVID-19 como lo fue en mi caso”.
Vicente Palonés es, sin duda alguna, todo un superviviente de la vida tras haber superado todos y cada uno de los graves problemas que le ha ido ocasionando el Coronavirus. Pero, sobre todo, se ha convertido en un ejemplo para sus vecinos, amigos y gandienses que celebran que hoy ya se encuentre curado y en su casa pero que son realmente conscientes del ejemplo de superación que ha dado para seguir sonriendo a la vida a pesar de un virus que sigue estando muy activo en las calles.