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Diálogos sin Fronteras, en Alicante: "Si el Mediterráneo entra en guerra, el mundo entra en guerra"

Diálogos sin Fronteras, en Alicante: "Si el Mediterráneo entra en guerra, el mundo entra en guerra"
  • Andrés Perelló, director general de Casa Mediterráneo, afirma en la sesión del ciclo ‘Diálogos sin fronteras’ celebrada en Alicante que hay argumentos para el entendimiento y para fijar una hoja de ruta común entre los 23 países de la cuenca mediterránea

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El espacio Ágora de Casa Mediterráneo, en Alicante, ha acogido este lunes la sesión ‘El Mediterráneo, encuentro de civilizaciones’, la octava del ciclo itinerante ‘Diálogos sin Fronteras’ impulsado por el festival Rototom Sunsplash y su Asociación Cultural Exodus. Un diálogo entre Andrés Perelló, abogado, exembajador de España en la Unesco y actual director general de Casa Mediterráneo, y la periodista y excorresponsal en Oriente Próximo de RNE Cristina Sánchez, en el que las referencias a Gaza, y “a la ofensiva militar que azota la Franja desde hace ocho meses”, han sido constantes.

Con el objetivo de buscar argumentos para el acercamiento de la sociedad civil que habita en los 23 países de la cuenca mediterránea, a pesar del eclecticismo que la caracteriza y que, en muchas ocasiones, dispara las distancias, Perelló incide, desde ese “optimismo por necesidad emocional y vital” al que se aferra “porque sin esperanza la humanidad no tiene sentido”, que hay motivos para el encuentro. Y advierte: “Si el Mediterráneo entra en guerra, el mundo entra en guerra. Por eso defendemos que es el Mediterráneo quien tiene que dar un ejemplo de paz”.

“Las aguas que bañan las costas de Gaza son las mismas que bañan la costa de Alicante. Ese es el nexo de unión, un mar, que nos separa, o no. Pero, ¿cómo podemos utilizar ese mar para, entre otras cosas, terminar con esa deshumanización y con ese desconocimiento de la otra orilla del Mediterráneo, por ejemplo, en lo que al pueblo palestino se refiere?”, ha planteado la periodista de la sección Internacional de RNE Cristina Sánchez.

Reconoce que se mueve en un plano menos optimista. “Gaza es uno de esos pedazos de tierra a los que una regresa para comprobar que todo siempre va a peor. La realidad se impone desde el 7 de octubre. Me cuesta encontrar ese punto de encuentro en mitad del mar Mediterráneo en un mundo cada vez con más muros, visibles e invisibles, y entre los cuales, quizás el más ignominioso de todos, y considerado ilegal por la justicia internacional, sea el que rodea los territorios palestinos ocupados”, dice. Y va más allá: “se me hace complicado buscar esa unión cuando ese Mediterráneo que debería ser espacio de solidaridad, convivencia, paz, equidad, desarrollo y diálogo, se ha convertido desde Bruselas es una especie de enorme barrera de separación entre la orilla sur y la norte, por las políticas migratorias que está desarrollando”, lamenta.

“Ni en el peor de mis presagios soñé que el siglo XXI dedicaría todos sus esfuerzos a parecerse en lo peor al siglo XX”, reconoce Perelló. “Tienes razón en que todos los elementos son negativos, pero necesitamos dialogar suficientemente con la sociedad civil, e incluso con los poderes. Tenemos que seguir ejerciendo esa presión, y confío plenamente en esta última generación” para lograr cambiar las cosas, ha respondido a Sánchez el director general de Casa Mediterráneo.

Aboga en ese sentido por elaborar un discurso para el Mediterráneo, y que sea España quien lo lidere y lo eleve, “hilvanado ya, porque así es más fácil coser”, a la Unión Europea. Una hoja de ruta que implique la creación de una “especie de mercado común, de un Erasmus entre los países mediterráneos, una acción coordinada para el clima y un plan de paz que contemple además la reconstrucción de los estados, en la gobernanza y las estructuras. Se podría hacer”, confía.

Cristina Sánchez ha apelado por su parte, para alcanzar este diálogo real en el que la sociedad civil es “clave”, a la responsabilidad de los medios de comunicación y de las instituciones públicas “para informar, y no desinformar”, y a la necesidad urgente de superar esa “arrogancia occidental” plasmada en una comunidad internacional reducida, dice, a un “minúsculo grupo de países occidentales que está para dar pocos ejemplos de nada”.

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