El espacio que ocupan las calles Colón y Quevedo fue el ensanche de la medina islámica del siglo XII
Las dos intervenciones arqueológicas se han desarrollado en 2009, con la dirección técnica de Carlos Monfort y la gestión y supervisión del Servei Municipal d’Arqueologia de Dénia; mediante convenio entre la propiedad y el Ayuntamiento de Dénia, de acuerdo con la legislación vigente.
En ambos casos se ha confirmado una hipótesis crucial para la arqueología andalusí de Daniya: el hecho fehaciente de que el espacio de la Medina islámica contó, a mediados del siglo XII, con una ampliación de su perímetro.
Y es que, al igual que en los años dorados de auge del negocio de la pasa, centrados en el último cuarto del siglo XIX e inicios del XX, bien documentado por la urbanística y el patrimonio arquitectónico urbano que aún subsiste, hace más de ocho siglos, la Medina andalusí, “muy populosa y bella” según el testimonio de al Idrîsi, antes constreñida por el recinto fortificado y las murallas del siglo XI, protagonizó un ensanche de su perímetro ciertamente prodigioso. Significó el desarrollo de costosas obras de aterramiento y saneamiento y aumentó en varias hectáreas de superficie el espacio primigenio.
Mientras que para el ensanche del siglo XIX contamos con abundante documentación y cartografía histórica que lo atestiguan, en el caso que tratamos este fenómeno se detecta exclusivamente por la práctica de la arqueología urbana en el subsuelo de la ciudad.
De este modo, el estudio progresivo de la urbanística y la impronta arqueológica de la Medina andalusí genera ya una periodización y, así, detectar el pulso de la ciudad. Ello significa un avance importante y permite la contrastación de sus resultados con algunas de las pocas ciudades de Al-Andalus que han generado información arqueológica significativa durante las últimas décadas.
La parcela urbana de la calle Colón, 8 / Quevedo, 22, nos ofrece, en correspondencia con la actual línea de fachadas de la calle Quevedo, los cimientos de la muralla andalusí: una potente y profunda banqueta con aparejo de mampostería y fuerte unión de mortero de arcilla y cal, sobre la que se alzarían las tapias de la muralla propiamente dicha. Por el interior del recinto discurre un vial de ronda, con suelo de tierra apisonada, que circundaba por el interior el trazado del lienzo. Éste permitía la circulación por el interior del recinto y separaba la fortificación de las densas manzanas urbanas de las viviendas.
Las casas detectadas y documentadas presentan una tipología similar a las del Arrabal, con tres crujías [Tránsito largo de algunos edificios que da acceso a las piezas que hay a los lados]; la segunda de éstas se corresponde con un amplio patio central, generalmente con pozo angosto y alcorque para plantas y árboles. En algunos patios se detectan pequeñas norias de tracción humana, que contarían con mecanismos para la elevación de agua mediante cadena y diminutos canjilones o arcaduces[Caño por donde se conduce el agua]. Este agua colmaba las balsetas, alcadafes y tinajas existentes en el patio. Con ella irrigaban las plantas y abastecían de agua casi corriente el sistema hidráulico de limpieza de la letrina, además de otros usos domésticos.
Las viviendas exhumadas, entre la fecha de construcción primigenia, que situaríamos hacia los años 1250-1270, y su forzado abandono, hacia 1244, con la incorporación de Dénia a la Corona de Aragón, que significa la destrucción de la Medina, ofrecen, al menos, dos fases de remodelación.
De los últimos cambios y transformaciones documentados en las casas, que hay que situar en las primeras décadas del siglo XIII, destacan algunas singularidades. Así, el aumento del uso de la piedra tallada [arenisca local] en las jambas de los portales, en los andenes perimetrales de los patios y hasta en los muros, formando con el tapial a modo de opus africanum. Se hallan elementos de columna, que se incorporan al diseño de las oberturas de las estancias recayentes al patio.
Otro hecho no menos sugerente es la eclosión, hasta entonces ocasional, de los pavimentos cerámicos, con ladrillos de modulación exclusiva, dispuestos a soga y tizón, que cubren los andenes de los patios así como, al interior, las principales estancias de la casa.
Estos factores, característicos de la última etapa de la Medina andalusí, enriquecen y dan más relevancia a estas arquitecturas domésticas islámicas.
Esta misma densidad y rasgos de la arquitectura doméstica están presentes en la parcela urbana de la calle Colon, 56 / La Vía, 49.
Esta intervención permitió recuperar, además de una basa de columna bien tallada en piedra caliza, una pieza cerámica excepcional y de indudable belleza, que contará en breve con un proceso de restauración para su exposición. Es una orza de cuerpo piriforme, con decoración impresa a molde, en relieve, cubierta de vedrío blanco; quizás originariamente azulado. Los motivos que la ornamentan son vegetales, ataurique [Ornamentación árabe de tipo vegetal] y lacerías [Conjunto de lazos, especialmente en labores de adorno], así como arquitectónicos, con sucesión de arquitos lobulados. Se conocen escasísimas piezas de este tipo. Un ejemplar similar procede de excavaciones urbanas desarrolladas en Murcia.
A modo de epílogo, destacamos cómo la arqueología urbana de Dénia documenta, ilustra y ofrece una imagen nítida del subsuelo urbano. Y cómo, en esta ocasión, en el espacio adyacente a las calles Colón y Quevedo, exhuma y saca a la luz, tras siglos de olvido, un urbanismo de traza casi ortogonal, densas manzanas regulares, con casas de una y dos plantas y patio central, calles rectas con redes de saneamiento, de atarjeas [conducto por el que las aguas de la casa van al sumidero, sorprendentes. Una de ronda, que sigue el muro que cerraba el recinto. Evidencias de un espacio urbano, creado ex novo en el siglo XII, fruto de la consecución de las expectativas de expansión de la Medina. Una Medina constreñida por unas vetustas murallas erigidas en tiempos de la taifa, en el siglo XI, que, tal como otras prósperas medinas de Al-Andalus, rompió la cerca y ensanchó su espacio urbano. En el caso de Dénia fue hacia el sur, cimentando la nueva muralla y el nuevo diseño urbanístico sobre espacios hasta entonces reservados al dominio marino y lacustre, en los contornos del mar y del marjal del Saladar.