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La correcta regulación de la empatía puede prevenir riesgos para la salud del médico y sus pacientes

La correcta regulación de la empatía puede prevenir riesgos para la salud del médico y sus pacientes

    El Salón de Actos del Hospital La Magdalena ha acogido la conferencia “Entre el burnout y la psicopatía: la regulación moral de la empatía en los profesionales sanitarios”, realizada por Daniel Pallarés, estudiante de doctorado en Ética y Democracia de la Universitat Jaume I de Castelló, quien ha mostrado que la correcta regulación de la empatía “puede prevenir riesgos y peligros para la salud no sólo del médico sino también de sus pacientes”.

    El objetivo de esta conferencia ha sido estudiar de forma crítica y dialógica el concepto de la empatía dentro de la profesión sanitaria, teniendo en cuenta las aportaciones que la neuroética está realizando actualmente.

    Daniel Pallarés ha explicado que normalmente la empatía “se valora como un rasgo muy positivo en la deontología profesional, pero si no se regula correctamente a nivel interno, puede tener consecuencias negativas para quienes la sienten, llevando a los profesionales a dos extremos: o bien al burnout (estar “quemado”), o bien al total desapego emocional”.

    La conferencia forma parte de las actividades regulares que realiza el Comité de Bioética Asistencial del Hospital La Magdalena, para mejorar las relaciones profesionales del personal sanitario y contribuir a su formación en temas actuales de bioética desde una perspectiva interdisciplinar.

    Tres partes fundamentales

    La estructura de la conferencia que ha impartido Daniel Pallarés se ha dividido en tres grandes bloques. En primer lugar, ha realizado un repaso por las definiciones más utilizadas de empatía a partir de la neurociencia relacionada con la psicología y la filosofía moral. El punto en común que poseen todas ellas es que la empatía posee, tanto en estructura neural como en la práctica, una dimensión emocional y una dimensión cognitiva. Por tanto, la empatía se podría definir como “la respuesta afectiva a los demás y la capacidad de comprender sus estados emocionales, regulando consecuentemente nuestra propia respuesta ante ellos”. En esta primera parte también se han recordado las principales áreas neurales que intervienen en el procesamiento de la empatía y las herramientas que la psicología cognitiva ha utilizado para medirla, sobre todo a partir de tests de reconocimiento emocional.

    En segundo lugar, se han explicado algunas de las respuestas negativas del exceso de empatía mal regulada, entre las que se han destacado: el agotamiento de los recursos cognitivos (cuando procesamos una emoción negativa), el desarrollo de la fatiga por compasión (como consecuencia de una serie de respuestas empáticas mal reguladas), el burnout (el agotamiento físico, emocional y mental que resulta de una larga exposición al sufrimiento de los demás) y la alexitimia (el déficit en la identificación de los sentimientos de los demás, el caso contrario extremo del burnout).

    En tercer y último lugar, se han destacado algunas orientaciones que desde la ética y la psicología se pueden tener en cuenta para regular correctamente la empatía. Dos de ellas pueden ser: un cierto control a la exposición del sufrimiento de los pacientes, y la utilización de recursos morales como la confianza y la privacidad. En este sentido, Daniel Pallarés ha manifestado que “la confianza del paciente puede llevar a aumentar la adherencia al tratamiento e incrementar su satisfacción con el médico y el tratamiento, y de ese modo contribuir a un resultado positivo para su bienestar. Esto crea una oportunidad de conocimiento que puede modificar el juicio médico y contribuir al mejor cumplimiento de las responsabilidades profesionales”.

    A modo de conclusión, Pallarés ha señalado que muchas de estas orientaciones y regulaciones no solo dependen del personal sanitario, sino también de la buena gestión institucional del ámbito médico, que reencuadre y realice un mejor control de la exposición de los profesionales a situaciones traumáticas y de extremo dolor de los pacientes. Para Pallarés, esta exigencia es aún mayor en los hospitales con tradición de Cuidados Paliativos, como en el caso del Hospital de la Magdalena.

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