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La concejalía de Cultura quiere seguir avanzando en la puesta en valor del sistema de agua potable del siglo XIX situado junto a la carretera de Almassora

La concejalía de Cultura quiere seguir avanzando en la puesta en valor del sistema de agua potable del siglo XIX situado junto a la carretera de Almassora
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    El concejal de cultura de Burriana, Enrique Safont, pese a las limitaciones presupuestarias, quiere seguir avanzando en 2010 en la adecuación y restauración de los antiguos filtros y el depósito de agua potable de la ciudad construidos a finales del siglo XIX. Este verano personal del paro agrícola ya eliminó la densa vegetación que tapaba los filtros y reparó la puerta del recinto que ahora ya se encuentra cerrado. La idea es que los nueve alumnos del curso de restauración que va a iniciar el Servef en colaboración con la concejalía de políticas activas de empleo que dirige Ana Montagut aporten también su granito de arena, así como los alumnos de la Escuela Taller que se pondrá en marcha dentro de unos meses en sus diferentes módulos como el de albañilería. La idea es que este sistema antiguo de potabilización sea algún día visitable y forme parte de una ruta del agua que incluiría el partidor del Sindicato de Riegos, el Azud de Burriana o el Molí de l’Arròs.

    La gran mayoría de ciudadanos de Burriana nunca se había interesado por dos pequeños recintos amurallados, uno cercano al puente del Millars, y otro junto a la antigua taberna de “Les Creutes”, en el cruce con el Camí La Mar de Vila-real, hasta que se inició el desdoblamiento de la CV-18 entre Burriana y Almassora –todavía pendiente de terminar–, en los que se colocaron unos carteles en los que se leía: “zona de protección arqueológica”.

    Estos dos recintos son el primer sistema de abastecimiento de agua potable de Burriana, cuyas obras se iniciaron con la colocación de la primera piedra en septiembre de 1896, por parte del alcalde Manuel Peris Fuentes, y se inauguraron el 8 de diciembre de 1901, siendo ya alcalde el liberal José Mª Sabater Cataluña. El cercado amurallado más próximo al Millars, de donde se captaba el agua para el consumo humano, albergaba los filtros de arena y de carbón vegetal. Ambos elementos se disponían en unas balsas – aún existentes –  y el agua al pasar se sometía a una filtración lenta que eliminaba eficazmente los microorganismos causantes de las enfermedades transportadas por el agua, incluso algunos protozoos, bacterias y virus. El agua pasaba lentamente primero por el lecho de arena y luego por el de carbón. Después del uso repetido, los filtros de arena se volvían portadores de una gran cantidad de bacterias y microorganismos que ayudaban a la eliminación de los contaminantes. La arena “madura” era preferible a la arena limpia o nueva.

    Desde los filtros, y a través de una tubería, que disponía de varios respiraderos, el agua pasaba a los depósitos, que es el cuadrilátero amurallado situada más abajo, junto al Camí la Mar de Vila-real. El interior de estos depósitos es una obra arquitectónica digna de referencia, pues dispone de varias bóvedas y pilares de ladrillo, así como un sistema de valvulería y mecanismos para controlar el flujo del agua entre depósitos, y la salida del fluido hasta la ciudad, mediante una conducción principal. La parte superior de estos depósitos semienterrados está cubierta de tierra, para aislar, disponiéndose varios respiraderos que conviven con toda la masa vegetal que ha crecido en esta fértil capa aislante, en la que podemos encontrar hasta olivos.

    El sistema tradicional de abastecimiento de agua, hasta principios del siglo XX, habían sido los pozos, de los que habían varios públicos, como  el del Pla de Sant Blai, en el arrabal de Valencia, en el de Onda, en el Escorredor, en la Mercé o en la calle Menéndez y Pelayo. El problema es que había pozos de agua potable, pero también fosas sépticas, dada la ausencia de alcantarillado, lo que originaba que en ocasiones se comunicaran, proliferando numerosas enfermedades, principalmente el tifus.

    En marzo de 1888 el Ayuntamiento decidió construir un sistema de abastecimiento de aguas potables y la construcción de varias fuentes públicas. El proyecto se le encargó al ingeniero Pedro Seseras, mientras que los depósitos, como se lee en una inscripción colocada en uno de los arcos del interior, es del arquitecto Francisco Tomás Traver (que ejerció de arquitecto municipal de Castellón), siendo el contratista Vicente Senent.

    Durante los primeros años el abastecimiento se limitó a seis fuentes públicas que se fueron ampliando.

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