Burriana en los años veinte, capital de la naranja y el negocio de la prostitución
Ángels Collado es una burrianense que ha elaborado un trabajo de investigación denominado “Del estigma al Servicio Social. Aproximación histórica a la prostitución femenina en la ciudad de Burriana (1927-1936)”.
Se trata de un trabajo de campo que ha dado como resultado un libro recientemente presentado llamado “Rescatadas del fondo del archivo”. Con los hallazgos encontrados por parte de la autora, esta misma ha desvelado estar trabajando en una siguiente propuesta literaria basada como continuación de ésta.
La ciudad de Burriana en los años 1927-1936
Eran los años veinte en Burriana, una ciudad cuya localización estratégica permitió ser uno de los puntos referentes para el comercio y la exportación de un bien tan valioso y preciado como es la naranja.
Numerosas embarcaciones llegaban al puerto después de un largo trayecto para cargar estos cítricos que viajaron a lo largo de todo el mundo.
El comercio preponderante de este sector alimentó otra actividad comercial, que de forma inesperada consiguió consolidarse y emerger como negocio asentado en la ciudad. Se trata de la prostitución.
Gracias a las entrevistas personales, que ha realizado la autora del estudio junto con la colaboración de una historiadora local como es Gloria Olivares, juntas pudieron entrevistar a testimonios en vida que dieron cuenta de la realidad que se vivió en esa época.
Junto con los testimonios, Ángels realizó una tarea documental destacable, al conseguir acceder al registro, dentro del Archivo Histórico de la ciudad, donde estaban inscritas todas las “pupilas” que venían hasta Burriana a ejercer la prostitución.
Esta fuente escrita junto con las fuentes orales consultadas han dado las claves de este estudio que deja patente “la relación directa entre el negocio de la naranja y la prostitución” declaraba la autora”.
No obstante, ésta explicaba que era muy importante, para entender la realidad de la situación, conocer el contexto histórico.
Los años anteriores a la Republica de Campoamor, las mujeres ejercían la prostitución cumpliendo con una serie de obligaciones así como también garantías, como era el caso de la sanidad. Según venía detallado en la normativa, debían inscribirse en el registro de la ciudad, donde quedaba contemplada su edad, procedencia y el día de llegada así como el de salida. Ese control se realizaba porque “en la época, cumplían una función social. No estaba mal visto ejercer la prostitución, daban un servicio que tenía su sector de demanda”. Por este motivo, la autora explicaba que “la foto del lavadero es ilustrativa porque las pupilas se integraban en la sociedad y no eran repudiadas, sino que seguramente en esta instantánea podamos comprobar como hay mujeres que ejercían totalmente integradas con el resto de mujeres de la ciudad. Eso sí, era curioso comprobar que estas mujeres salían a la calle completamente recatadas”.
Con la llegada de la República de Campoamor llegó la era del feminismo y con ella la intención de abolir un oficio que consideraban degradante para la mujer como era la prostitución. Comenzaron a llegar los primeros cambios como son la derogación de la ley que obligaba al registro de las “pupilas”, una práctica que se ha comprobado, no llegaron a cumplir, dado que hay registros posteriores a la época.
El perfil de las “pupilas” y “meretrices”
El registro contempla un total de 288 mujeres que se inscribieron en la ciudad de Burriana en los años comprendidos entre 1927-1936.
Mujeres, conocidas en la época como “pupilas”, de hasta siete nacionalidades diferenciadas, Francia, Bélgica, Italia, Alemania, Argentina, Portugal, Suecia y también españolas, se instalaban, aproximadamente por mes, en la ciudad.
Dichas mujeres tenían edades comprendidas entre los 25 hasta los 35 años, no obstante, al ser consideradas menores aquellas mujeres con menos de 25 años, para ser registradas necesitaban de un tutor.
Habitualmente, afirmaba Collado, se trataba de mujeres solteras o alguna viuda, sin embargo algunas se casaron y abandonaron la profesión y se quedaron a vivir en Burriana, cuyos hijos y nietos siguen aquí, una de las razones por las cuales no se desvela la identidad de las mujeres.
Las “meretrices” eran las dueñas de la casa así como del negocio, conocido como “casas de lenocinio”.
Concretamente, la ciudad de Burriana contaba con tres prostíbulos, tal y como viene marcado en el mapa. Estos estaban situados en la Calle San Ignacio, Canalejas y otro junto a la estación de ferrocarril.
El coste y modo de proceder de las “pupilas”
El coste del servicio de una “pupila” podía varia en función de la procedencia del cliente. Concretamente el precio para un extranjero era de 25 pesetas mientras que para los clientes españoles era de 5 pesetas.
Cabe señalar que el jornal diario de un capataz era de 6 pesetas y de 5 pesetas para un cogedor. En base a estas tarifas, las fuentes orales aseguraban que “en alguna ocasión se lo jugaban a las cartas y quien ganaba era el que podía acceder a los servicios de estas mujeres”.
Los hombres, cuando iban a requerir estos servicios, entraban en la casa y en la entrada de ésta había situadas unas sillas. Los hombres se sentaban en ellas y esperaban a las mujeres. Estas salían juntas y se paseaban observando a sus clientes, la mujer elegía al hombre sentándose encima de su regazo. Una vez elegido, ya se trasladaban a la habitación.
La relación entre el sector de la naranja y la prostitución
Tal y como detallaba en su estudio Ángels Collado, la relación entre el sector de la naranja y la prostitución era tan directa que si se comparaban los registros de las embarcaciones junto con el de “pupilas” coincide la llegada de éstas con la venida de los barcos así como su regreso.
La autora citaba algunos ejemplos como son abril de 1930, donde entraron 62 barcos y se registraron 14 mujeres, o en marzo de ese mismo año que entraron 51 barcos y se registraron 9 mujeres y con la temporada baja julio y agosto, apenas había movimientos en uno y otro ámbito.
Una vez los barcos se marchaban, las “pupilas” también lo hacían, dirigiéndose a otros lugares cercanos como era Castellón, donde la autora encontró a muchas de estas mujeres allí registradas.
ara resulta que no eramos solo fanfarrones sino tambien puteros.......la cosa no pinta bien nada bien!!!!