El triple desafío de ser mujer, migrante y cuidadora: “Cuando una persona migra ve invalidados sus derechos, su persona, su historia”
El ciclo ‘Diálogos sin fronteras’ de Rototom Sunsplash y Exodus aborda en la sesión ‘Enraizar’ la resiliencia de la cultura indígena como motor de cambio y defensa de derechos de las mujeres migrantes en València
Participantes de la Escuela de Dinamizadoras y Defensoras de Derechos de la Asociación AIPHYC, que trabaja para empoderar y dignificar la situación de las mujeres migrantes profesionales del hogar y del cuidado, comparten su experiencia durante la jornada
“Cuando una persona migra se quedan muchas cosas por el camino, pero cuando logras traerlas contigo, echarlas a la mochila, es más fácil poder defender tus derechos y quién eres estés donde estés”, dice Diana Lucía Muñoz. Colombiana, 45 años, psicóloga y migrante -hace 10 meses que reside junto a su pareja y su hija en València- su experiencia ha sido una de las compartidas en la sesión ‘Enraizar. Inspiración de las resistencias indígenas para la migración en València’, celebrada este jueves en el espacio La Misti en el marco del ciclo ‘Diálogos sin Fronteras’, impulsado por el festival internacional reggae Rototom Sunsplash y su Asociación Cultural Exodus.
La jornada, que ha tenido como objetivo mostrar “cómo nos inspiran las comunidades indígenas a las migrantes aquí en España, y reivindicar que el mayor aporte a esta sociedad sean los orígenes”, explica la doctora en Desarrollo Local e Innovación Territorial Johana Ciro, ha arrancado con un world café sobre el fortalecimiento de los lazos entre las mujeres migrantes en València tomando como inspiración las resistencias y resiliencia de los pueblos originarios.
El encuentro ha servido además para presentar la Escuela de Dinamizadoras y Defensoras de Derechos. Una iniciativa gestada en la Asociación Intercultural de Profesionales del Hogar y de los Cuidados (AIPHYC), que persigue la profesionalización de las trabajadoras de estos dos sectores, que emplean, en su gran mayoría, a mujeres migrantes de países del sur. Diana Lucía Muñoz es una de ellas: “Hago limpieza de viviendas, locales y fin de obras, de forma ocasional”. También una de las 15 participantes en la Escuela.
Conoció AIPHYC a través del taller ‘Autorreconocimiento como profesional del hogar y los cuidados’, organizado por la asociación y difundido desde València Acull: “Me inscribí, participé y me quedé. Fue un momento de plena claridad sobre lo que es ser una profesional del hogar y los cuidados, la valía que tiene y más aún el que se haya hecho por mujeres que han desarrollado la actividad por tantos años; la validez que da al ejercicio”, indica. Poco después, llegó la Escuela de Dinamizadoras. “Vi la oportunidad de seguir creciendo, de fortalecerme, de tener voz y opinión, de interactuar, compartir saberes, experiencias y enriquecerme con otras mujeres y para otras mujeres”, detalla.
Tras cinco meses de formación y acompañamiento realizado desde Florida Universitaria, de la que Johana Ciro es investigadora principal, Diana Lucía Muñoz enumera todo lo aprendido. “La Escuela me ha aportado muchas herramientas metodológicas para dinamizar grupos, espacios de introspección, reflexión, comunicación, de interacción activa y participativa con otras mujeres, con mis pares. Cuando una persona migra es invalidada de muchas formas y encontrar un espacio donde puedes seguir siendo quien eres, en esencia, es bastante valioso”, sostiene.
Esa invalidación “de mis derechos y de mi persona, de mi historia, de quién soy”, reconoce Muñoz, ha sido uno de los grandes escollos como migrante. “No aparecí por arte de magia. No somos vasos vacíos”, reivindica. “Meter tu vida en un equipaje de 23 kilos es algo que te confronta. Empezar de nuevo y echar raíces es un reto más en tu vida, pero siempre rescatando toda esa vida e historia que traigo conmigo para ser mejor persona esté donde esté”, asevera. Trabajar, y alcanzar, ese empoderamiento, desde las raíces, “valorar su identidad y procedencia, sentir que su origen, nuestro origen, es valioso y ahí está nuestro aporte a la sociedad de acogida” -añade Ciro- ha sido uno de los objetivos de este proyecto.
“Muchas veces se piensa que cuando migras, tus necesidades son tan grandes que estás dispuesta a todo. Y no. Somos sujetos de derecho”, apostilla. Derechos que se tambalean de forma más visible si cabe cuando al binomio mujer-migrante se incorpora el adjetivo ‘cuidadora’. Un sector, el del hogar y los cuidados, sin convenio laboral específico, que cotiza por tramos salariales y no por salario real, sin reconocimiento de enfermedades profesionales (Ley 31/1995 PRL, recuerda Diana Lucía Muñoz); que permite trabajar hasta 2.880 horas al año en acuerdo de ‘pernocta’ -más conocido como régimen de interna-; y en el que las inspecciones de trabajo no se pueden hacer de oficio debido a la inviolabilidad del domicilio, lo que alienta los abusos.
Sin olvidar, dice, una Ley de Extranjería que discrimina por origen y no permite homologar títulos universitarios de manera fácil. “Yo soy psicóloga. Esto nos perjudica”, señala Muñoz.
Tanto ella como sus compañeras comparten la “gran responsabilidad” que supone emplearse en el sector del hogar y los cuidados, “que demanda mucho emocional y físicamente”. “Está infravalorado, cuando supone dejar en nuestras manos cuidar de las personas a las que uno más quiere. Son tus padres. Son tus hijos”.
Tras esta formación y experiencia colectiva, Diana Lucía Muñoz afronta el futuro “con esperanza y como un reto que me permitirá a mí y a mis compañeras cada día estar más empoderadas de nosotras y nuestra vida, más dispuestas a ayudar a otras en el camino y tejer lazos firmes y sembrar, enraizar, cosechar permanentemente”, incide. Mantiene intacta esa voluntad de “seguir dinamizando y participando en espacios por la reivindicación de derechos; con la confianza y respeto por cada mujer participante, que es un valor y una fuente de saberes”, concluye.