Se acerca la fecha más temida para algunos y de gran alegría para otros: nos afectará hasta al menos 2026
A falta de pocos días, el debate vuelve a abrirse con el cambio de horario
La madrugada del 27 de octubre, en la mayor parte de Europa, los relojes se atrasarán una hora, marcando el paso al horario de invierno. Esta práctica, instaurada hace más de un siglo para aprovechar mejor la luz natural y optimizar el consumo energético, ha sido objeto de debate en los últimos años. La pregunta es cada vez más recurrente: ¿llegará el día en que se elimine este ajuste?
El origen de una práctica centenaria
El cambio de hora comenzó a implementarse de forma sistemática durante la Primera Guerra Mundial, cuando varios países decidieron adelantar sus relojes en verano para maximizar las horas de luz y ahorrar recursos. La medida fue retomada por distintos países europeos en la década de 1970 como respuesta a la crisis energética mundial. La lógica detrás del cambio era sencilla: si la población aprovechaba más horas de luz natural, se reduciría el uso de energía artificial y, por lo tanto, se ahorrarían costes energéticos.
A día de hoy, la efectividad de este ajuste horario es objeto de debate. Aunque algunos estudios han encontrado reducciones marginales en el consumo energético, otros cuestionan la relevancia de estos ahorros en el contexto actual. La evolución de las fuentes de energía y el cambio en los patrones de consumo han reducido significativamente el impacto positivo que el cambio de hora pudo tener en el pasado.
¿Cuáles son los beneficios y desventajas?
Si bien el cambio de hora tiene como fin optimizar el uso de la luz solar, sus efectos sobre la salud y el bienestar de la población han generado crecientes críticas. El ajuste horario puede provocar alteraciones en el sueño y el ritmo circadiano, afectando el rendimiento laboral y la concentración. Estudios recientes sugieren que estas alteraciones pueden aumentar el riesgo de problemas de salud, como la fatiga y el insomnio, especialmente en las primeras semanas después del cambio.
A favor, quienes defienden el horario de verano argumentan que ayuda a promover la actividad al aire libre y favorece el turismo, ya que las tardes soleadas en verano invitan a realizar actividades fuera de casa. En términos económicos, se ha señalado que el horario de verano contribuye a sectores como el comercio y la hostelería, que se benefician de una mayor afluencia de personas en las horas de luz. Sin embargo, la relación entre el cambio de hora y el turismo sigue siendo objeto de análisis, ya que depende de factores culturales y climáticos específicos de cada región.
Un cambio de hora bajo discusión en Europa
En 2018, la Comisión Europea propuso la abolición del cambio de hora estacional. Tras una consulta pública en la que más del 80 % de los encuestados se mostró a favor de acabar con esta práctica, se inició un proceso legislativo para permitir a los Estados miembros elegir entre permanecer en horario de verano o de invierno. Sin embargo, el proyecto de eliminación se ha visto paralizado por la falta de consenso entre los países y por las dificultades logísticas de implementar una medida que afectaría a millones de personas en la Unión Europea.
La Unión Europea decidió en un principio que 2021 sería el último año con cambio de hora. Sin embargo, la pandemia de COVID-19 y las diferencias entre los países en cuanto al huso horario deseado han retrasado la decisión. Los Estados miembros están divididos: algunos, como España y Francia, prefieren el horario de verano permanente, mientras que otros, como Finlandia, optan por el horario de invierno. La diversidad de preferencias entre los países hace que la situación siga sin resolverse.
¿Hay realmente consenso para eliminar el cambio de hora?
La abolición del cambio de hora se ha encontrado con opiniones divididas tanto a nivel institucional como entre la población. Por un lado, el argumento a favor de un horario fijo responde a la creciente evidencia de que el ajuste horario tiene un impacto negativo en la salud y el bienestar. Países como Rusia y Turquía ya han optado por suprimir el cambio de hora, aunque la experiencia ha demostrado que no todos los ciudadanos están satisfechos con los resultados.
Por otro lado, una eliminación definitiva del cambio de hora implica también ajustar la sincronización entre países y podría afectar sectores que dependen de la armonización horaria, como el transporte, el comercio y la comunicación transfronteriza. Un cambio abrupto en el horario podría implicar desajustes en estos sectores, que dependen de la coordinación precisa en los horarios.
¿Último cambio de hora?
A medida que nos acercamos al cambio de hora, muchos ciudadanos se preguntan si será el último. La realidad es que, aunque existe un consenso creciente sobre la necesidad de simplificar los horarios y adoptar uno fijo, las discrepancias entre los países sobre cuál es el mejor huso horario dificultan un acuerdo a corto plazo. Además, el cambio hacia un horario permanente en Europa dependería de una compleja reestructuración de las relaciones de sincronización horaria con otros continentes, lo cual hace que la eliminación del cambio de hora aún esté en una fase de discusión y planificación.
El debate continuará, y mientras no se llegue a un acuerdo definitivo, los relojes seguirán ajustándose en primavera y otoño, al menos en el futuro inmediato.
Pese a todo, el Boletín Oficial del Estado (BOE) ha confirmado recientemente que los cambios de hora seguirán en vigor al menos hasta 2026. Así lo establece el Real Decreto 236/2002, que regula el ajuste horario en función del ahorro de luz diurna y su aprovechamiento. Esta normativa mantiene el marco regulador del cambio de hora, a pesar del debate sobre su posible abolición, y respalda que los relojes se sigan ajustando en marzo y octubre durante los próximos años. Por lo tanto, y hasta que haya un acuerdo definitivo en Europa, el cambio de hora seguirá siendo una tradición, al menos en el corto plazo.